Han pasado 50 años desde que se estrenó en Estados Unidos Guess who’s coming to dinner (Adivina quién viene a cenar) de Stanley Kramer, una maravillosa película que contaba lo que ocurría cuando un matrimonio de ideas liberales y progresistas tenía que enfrentar sus principios a la realidad que suponía descubrir que el novio de su hija, al que conocían por primera vez, fuera un médico negro. En aquel año, 1967, el matrimonio interracial era todavía ilegal en 14 estados.
Se supone que estamos hablando del pasado. Que una nación que eligió a un presidente negro por dos períodos, donde las principales estrellas deportivas son afroamericanas, ha demostrado que el racismo es algo ya enterrado. Pero los monstruos son eternos y Huye viene a recordárnoslo -al igual que una serie de documentales muy premiados en los últimos años- gracias a la perspicacia de su director y guionista, Jordan Peele, que toma la premisa de Adivina quién viene a cenar y la adapta a nuestros tiempos y a las convenciones del género que ha escogido para narrar su historia: el horror.
Después de una introducción que nos previene sobre el tema y el tratamiento que tendrá la película, Peele nos presenta a Chris, un fotógrafo de profunda sensibilidad (lo sabemos por las fotos que alcanzamos a ver de su trabajo, en blanco y negro y ampliadas adornando su apartamento), que está empacando sus cosas junto a su novia para pasar un fin de semana con sus suegros.
El diálogo entre ambos es incómodo incluso para él, porque hoy en día hasta es mal visto insinuar que alguien pudiera tener un prejuicio racial. Y esa sensación de incomodidad social será la que Peele utilice y potencie para crear una atmósfera envenenada, que se irá haciendo cada vez más opresiva, gracias a diálogos que parecen casuales y no lo son tanto (blancos admirando “ventajas genéticas” de los negros, con una mezcla de envidia y ponzoña, por ejemplo) y a detalles estéticos sutiles, como el color de los carros que usan los invitados a la casa ese fin de semana.
Si alguna cualidad tienen en común los buenos comediantes es el sentido del ritmo, de cuánto debe durar un chiste. Peele, que es comediante, muestra su conocimiento durante toda la película, aligerando con momentos humorísticos cuando requiere o pisando el acelerador emocional cuando necesita avanzar en la narración, ayudado por una propuesta musical soberbia en su uso de sonoridades del jazz o del rhythm and blues, por secuencias visuales recursivas (como la que muestra de qué forma Chris es hipnotizado) y a un reparto lleno de recursos actorales (destacadísimos Catherine Keener y el protagonista, Daniel Kaluuya). Sólo en su último cuarto, Huye se vuelve más convencional, pero sin desmedro de su objetivo: mostrar de qué manera monstruos como el racismo o la intolerancia siguen siendo más peligrosos que cualquier asesino loco. Denunciar que cincuenta años después, todavía hay lugares y espacios sociales donde la única manera de mantener la dignidad es huir.