El proceso para construir el metro de Bogotá ha sido tortuoso por dos factores: 1) Ha habido ausencia de apoyo del Gobierno central. La diferencia con Medellín es que hubo un presidente, Belisario Betancur, que dijo que el metro de la capital de Antioquia se hacía o se hacía. Bogotá no ha corrido la misma suerte. Los presidentes bogotanos (Samper, Pastrana, Santos) fueron muy tibios, siempre con compromisos a medias. Y 2) las rupturas de los procesos. El tan mal recordado Samuel Moreno inició un proceso, con tutoría del Banco Mundial, para un metro subterráneo. Luego Petro demoró mucho en empezar a conectar con ese proyecto, y al final no alcanzó a contratarlo. Luego el Gobierno Santos le puso un extraño freno al proceso. Y llega Peñalosa, que siempre ha sido enemigo del metro y así lo ha expuesto por todo el mundo (recuérdese cuando en Moscú, que tiene uno de los dos mejores metros del mundo, les dijo que parecía una ratonera porque era bajo tierra). El alcalde Peñalosa frenó lo que venía y salió con otra cosa: un minimetro, que no dará para las necesidades de Bogotá, concebido para que sea el que alimente los Transmilenios, y no al revés. Si se contrata como lo quiere Peñalosa, ya la suerte estará echada y eso será lo que hay que construir.
Pico y Placa Medellín
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