Pueden llegar a ser habituales los casos en que alguien se valga de la democracia para acceder al poder, y desde allí convertirse en una amenaza para la propia democracia. Para eso no hay una solución única. En términos generales, la teoría política trae algunos condicionamientos tanto para los ciudadanos como para los candidatos como tal. Los ciudadanos deberían ejercer su derecho de forma informada, con conocimiento, y tomando decisiones asertivas.
Pero hay dos problemas: la abstención y el aprovechamiento de las decisiones colectivas sin participar en ellas (según la teoría de Mancur Olson). Para contrarrestar la abstención se ha intentado, por ejemplo, el voto obligatorio.
Al lado del papel ciudadano, está la función de los otros órganos del Estado: la justicia, el parlamento, que pueden intervenir para cesar en el cargo a quien no cumpla con los deberes legales. Y si esto no opera, ya se presentarían, como ha ocurrido en la región, las vías de hecho que no son democráticas pero han derribado gobiernos.
Por otra parte, lo de los “antipolíticos” es una etiqueta, una forma de presentarse al electorado. Como si cambiar de nombre cambiara su condición. A veces sí hay outsiders, pero lo que hacen y cómo ejercen el poder es de naturaleza política.