Lo primero es aclarar que esta es una encuesta de percepción. Es un termómetro de lo que la gente está sintiendo. Eso no es nada despreciable, y normalmente la percepción cambia la realidad: cuando percibimos un lugar como violento, tiende a volverse violento o inseguro. Y la realidad, a su vez, altera la percepción.
Sin duda el antioqueño, y especialmente el de su capital, es orgulloso de su propia realidad. No es nada nuevo que las encuestas de percepción salgan muy satisfactorias para la ciudad. Y hay que destacar que hay unos indicadores ya medidos, como la disminución de homicidios o delitos graves y de alto impacto como el secuestro, que cambian el clima de opinión.
Ahora bien, nosotros no tenemos una sola ciudad. Tenemos una urbe fragmentada, distinta en el norte que en el sur, en el oriente y en el occidente. Y en cada uno de estos espacios también hay variaciones y diversidades.
Es evidente el gran orgullo de los antioqueños, su preocupación por la imagen que la región transmite, pero eso empuja a construir una realidad a su favor, es decir, ese espíritu de esperanza y de sensación de que todo vaya bien, ayuda bastante al clima de la ciudad y a las relaciones organizacionales y de poder.