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Columnistas | PUBLICADO EL 20 enero 2020

Vecindades entre la razón y la fe

Por Carlos Alberto Giraldo M.carlosgi@elcolombiano.com.co

Hay muros en los que la racionalidad y la comprobación mediante los patrones certeros de los métodos científicos se estrellan. No pasan, no logran cruzar umbrales que llevan a otros campos, a otros portales donde las cosas no son descifrables mediante la previsibilidad ni las medidas sobrias de las herramientas científicas.

En el mundo contemporáneo los actos de Fe se tornan la caricatura de seres afanados por entregar la cura de sus males y problemas a personas y entidades que profesan saberes desde orillas diferentes a las del conocimiento valiosísimo y primero de la ciencia.

He leído con atención artículos recientes publicados en este y otros medios de información que controvierten con seriedad la posibilidad de que haya una comprensión de los fenómenos naturales y humanos más allá del campo estricto de la razón.

Se reedita una larga discusión que enfrenta a las religiones, los espiritismos y los esoterismos con los bandos del conocimiento y del “progreso”.

En medio de esta barahúnda, son tan aplastantes los puristas de la ciencia que solo ven fórmulas y disecciones para resolver los problemas, como lo son los fanáticos que posan la explicación de la realidad y de otros fenómenos no visibles en credos y entidades surgidas de chispas mágicas en la oscuridad de los tiempos.

Escribía hace poco el profesor bioquímico y exrector de la Universidad Nacional, Moisés Wasserman, en su leída columna de El Tiempo:

“La ciencia es un método para que no nos engañemos. La persona a quien uno más fácil engaña es uno mismo. La estadística sirve para definir si una diferencia es real o aparente. Es imposible definir hoy la naturaleza sin usar las matemáticas modernas, como resulta imposible entender una molécula natural sin conocer su estructura química”.

Tiene demasiadas razones a sus 73 años y numerosas investigaciones y ponencias al más alto nivel científico y académico. Digamos que no pretendo chocar con su autoridad intelectual ni verme aplastado por la batería de sus argumentos, pretendo aceptar la idea de que hay experiencias no reductibles al campo dominante de la ciencia.

Carl Jung, hombre de ciencia, médico siquiatra y sicólogo, afrontó esos dilemas, la mayoría de los cuales buscó asociar científicamente con el inconsciente. Para ello tocó las profundidades de las religiones y los mitos, y al final lo permearon algunas dudas y contradicciones:

“«Pero, ¿en qué mito vive el hombre de hoy?». «En el mito cristiano, podría decirse». «¿Vives tú en él?», me preguntaba. Si debo ser sincero, no. No es el mito en el que yo vivo. «¿Entonces ya no tenemos mito?». «No, al parecer ya no tenemos mito». «¿Pero cuál es, pues, tu mito, el mito en que tú vives?». Entonces me sentí a disgusto y dejé de pensar. Había llegado al límite”. Ese mismo límite que aún no sorteamos y por el cual no creo que todo cuanto existe solo puede ser explicado desde la racionalidad eminente de la ciencia y la razón.

Si quiere más información:

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