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Una sopa
para los amigos.
Ellos quizás no saben lo que hicieron esa noche conmigo. No soy amante de las sopas, soy más bien seco, pero esa me supo a gloria.
Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos
Era noche de sábado. Estábamos con un grupo de amigos entrañable, llamado Los Pipiripao. Somos amigos hace más de 20 años y siempre nos reunimos para celebrarnos los cumpleaños. Estaba con ellos y recibí la noticia de la muerte de Mathew Perry, el actor que interpretaba a Chandler Bing en la serie Friends. Es de esas noticias que lo achicopalan a uno, y se siente tristeza con un poco de vergüenza por soltar lágrimas por alguien que no se conoció. Chandler, con su humor sarcástico y sus múltiples miedos, era el personaje favorito de muchos. Por eso, para los que fuimos y somos seguidores de la serie: se nos murió un “friend”.
A la vida le gustan las coincidencias, ese mismo sábado cumplió años la que yo llamo, La mona, y como a la vida también le gusta jugar con los sentimientos a ver si podemos con lo que nos manda, a mi amiga se le murió la mamá dos días antes de su cumpleaños. Ese día fuimos a visitarla y a llevarle el regalo. Como ella es mi amiga generosa, el que resultó lleno de regalos fui yo. Salí con más de una docena de libros. Era como un niño güete con la bolsa repleta de dulces con sabor a Shakespeare, Cervantes, Dickens, Goethe y Dante. Los ubiqué en la mitad de mi biblioteca para recordar que hay amistades generosas que te alegran la vida. Así es la amistad: vas a ella sin esperar nada y recibes alegría.
Mi amiga generosa, tiene un esposo generoso. Les contaré una de las tantas cosas que han hecho por mí. Hace varios años estaba achicopalado, metido en mi apartamento creyendo que al cerrar la puerta los problemas se quedaban afuera. Mi amiga generosa me preguntó cómo estaba y le mentí. Qué vas a comer, insistió. Le respondí que algo me hacía. Colgamos. Me fui a la cama a pelear con mis pensamientos. De pronto sonó el teléfono. Era el portero. Bajé refunfuñando. En la portería me esperaba una sopa caliente con un mensaje de mis amigos que decía: “Al que no quiere caldo, le dan dos tazas. Disfruta la vida”. Ellos quizás no saben lo que hicieron esa noche conmigo. No soy amante de las sopas, soy más bien seco, pero esa me supo a gloria.
Por eso y por más, larga vida a Chandler Bing y a todos los amigos que nos han dado sopas de vida. Larga, no eterna, porque nos iremos yendo y el olvido será parte de la sanación para la cicatriz que quedará escondida en la memoria. Muchos de mis amigos han muerto, otros se fueron y siguen vivos, a otros los conozco bien o no me conocieron como Chandler Bing. Entonces, reconozcamos que la vida sin amigos no vale mucho la pena, porque al final, si has perdido a todos tus amigos, sabrás que no te queda nada. Sería bello, en el ocaso, decir con la tranquilidad del deceso: tuve una fortuna llamada amigos.