viernes
0 y 6
0 y 6
Por María Camila Balaguera Á.
maria.balaguera@upb.edu.co
“¿Quiénes somos cuando nadie nos observa?”. Interrogante muy complejo de responder. El 2020 ha sido un año con incontables obstáculos, dificultades de adaptación y ante todo, lleno de incertidumbre. “Un año muerto, sin propósitos, sin sentido”, como muchos dirían. Sería ilógico afirmar que una pandemia trajo optimismo y salud al mundo. Sin embargo, pasamos por alto lo más importante: a pesar de todo, el 2020 finalmente nos hizo conocernos como personas y descubrir realmente quiénes somos y de qué estamos forjados.
Durante meses el covid-19 nos obligó a cambiar abruptamente nuestro día a día; permanecer aislados dentro de cuatro paredes, lejos de nuestros seres queridos, privados de estudiar y/o laborar presencialmente y, por si fuera poco, a algunos nos “estropeó” nuestro rumbo, o en el peor de los casos, nos encontró sin un uno. Sí, perdidos y obligados a estar “solos” con la persona que irónicamente jamás pensaríamos que íbamos a pasar tanto tiempo juntos... ¡Nosotros mismos!
No obstante, esta vez fue imposible tomar “el camino fácil” e ignorar o evadir nuestros problemas internos. No tuvimos otro remedio que enfrentarlos y lidiar uno tras otro. No hubo más alternativa sino afrontar todo aquello que nos molesta, nos duele y nos genera inconformidad e inseguridad hacia nuestra forma de ser, pensar y actuar. Sin más preámbulos, este año nos tocó ser fuertes, valientes y, por fin, aprender a ver el lado positivo de la soledad y vivir tranquilamente con nuestros propios pensamientos... ¡El verdadero reto!
Este 2020 nos ha dejado la gran lección de aprender a sentir y a aceptar. Entender que está bien no estar bien siempre. Como humanos tenemos derecho a liberar nuestras emociones como y cuando nos plazca. Desde muy temprana edad, crecimos con ese falso y destructivo estigma de que “los más débiles son los que más demuestran”, cuando en realidad el sentir es un acto de fuerza, voluntad y valentía. A fin de cuentas, sentir es lo único que nos convierte en humanos y nos mantiene vivos. ¿Por qué entonces renegar de nuestras emociones y esconderlas?
Este proceso de aprender a sentir, ser consciente, aceptar sentimientos que no puedo cambiar y trabajar en ellos, es una de las razones por las que encuentro motivación todos los días y afortunadamente, también hallo paz. Por eso, quiero motivarlos a que lean ese libro que siempre les ha generado curiosidad, pinten y/o plasmen sus ideas más alocadas sobre ese lienzo, miren esa película, escriban en ese cuaderno empolvado o sin estrenar, bailen y canten esa canción que les encanta, busquen ayuda profesional si lo consideran necesario. ¡Hoy y ahora! Aprendan a brillar incluso si nadie está ahí para deleitarse con su brillo, porque, ¿quién dijo que uno no puede deleitarse consigo mismo?
Ámense, cuídense, libérense y atrévanse a experimentar sensaciones nuevas por y para ustedes; paren la hostigante rutina de todos los días y deténgase a reflexionar con respecto a cómo se sienten. Les recuerdo que, ese cambio que queremos ver en el mundo no lo va a causar ni definir únicamente una pandemia. Los seres humanos somos lo que proyectamos y, aunque suene muy cliché, el cambio comienza con nosotros mismos.
Así que, si por alguna razón del universo estás leyendo esto, ¿qué esperas? Atrévete a sentir, te mereces esa oportunidad.