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Columnistas | PUBLICADO EL 03 noviembre 2021

Una libertad no tan libre

Por Milagros Pérez Oliva

¿Cómo viven y qué ganan las chicas con los nuevos patrones sexuales tan parecidos a los viejos patrones machistas? Las formas han cambiado, por supuesto. Ahora las relaciones son más libres, espontáneas y aparentemente igualitarias. Pero muchas chicas se encuentran teniendo relaciones sexuales que no deseaban, e incluso siendo agredidas por compañeros del propio grupo sin que en un primer momento, dado el contexto de confianza, identifiquen esa situación como una agresión sexual. Muchas mujeres que eran jóvenes en los años setenta y ochenta recordarán haberse visto presionadas para tener sexo con conocidos con los que no tenían una relación afectiva simplemente porque se suponía que la libertad era eso. Y, seguramente, todavía resuena en sus oídos la maldita frase: “Eres una estrecha”, lo que implicaba no ser suficientemente libre, desprejuiciada y segura de sí misma, cuando, en realidad, se quería decir que no era suficientemente... accesible. Sus hijas o sus nietas pueden estar pasando por lo mismo.

Se supone que ahora tanto las chicas como los chicos se sienten libres de tomar la iniciativa y de aceptar o rechazar una relación sexual. Pero hay datos que indican que esa libertad, para muchas chicas, no es tan libre como parece porque la presión cultural es muy fuerte. Hay reportes de un alarmante número de agresiones por parte de amigos y aumento en las estadísticas de ingresos hospitalarios por agresión. Según las encuestas, una de cada cinco mujeres jóvenes ha sido forzada a mantener alguna relación sexual no deseada. Lo dice el barómetro de 2021 del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que también revela que uno de cada cinco hombres de 15 a 29 años considera que la violencia de género no existe y es solo un invento ideológico.

La cuestión es que muchas chicas se ven impelidas a adoptar como propio el patrón sexual masculino de siempre. Habría que ver qué les aporta a las chicas un modelo sexual que no tiene en cuenta ni sus emociones ni sus necesidades afectivas. Hay un considerable número de estudios que reflejan los diferentes intereses que ambos sexos tienen en una relación sexual. Por ejemplo, que las chicas prefieren tener su primera relación sexual en un contexto amoroso o que otorgan mayor importancia a la vinculación afectiva, mientras que los chicos valoran más el placer; o que las chicas prefieren las relaciones de intimidad y esperan que el acto sexual sirva para profundizar una relación de pareja, mientras que para los chicos el coito es solo un medio de placer y están más preocupados por la cantidad que por la calidad.

Se tendría que estudiar cómo influye en los patrones sexuales de los chicos el hecho de que la mayor parte de ellos tenga su primera aproximación a la sexualidad a través de la pornografía y que, además, la edad de inicio se haya adelantado a los ocho años y el consumo habitual a los doce. Ese primer acercamiento es importante porque deja impronta emocional y es el que fija el marco mental de lo que se considera normal en sexualidad. La mayor parte de la pornografía a la que acceden los chicos ensalza un patrón sexual de violencia y dominación en el que el cuerpo de la mujer aparece como un objeto sexual disponible para el hombre.

Ya no les dicen “eres una estrecha”, porque el lenguaje ha cambiado, pero la presión es la misma 

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