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Columnistas | PUBLICADO EL 16 diciembre 2019

¿Un país más femenino?

Por David Escobar Arango *david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Las marchas en Medellín han sido abrumadoramente pacíficas. Sin embargo, el 4 de diciembre, desde nuestra terraza en Ciudad del Río se vieron varios contrastes. Hacia el norte, unos pocos tiraron unas papas bomba mientras la policía corría tras ellos. Al suroriente, junto al MAMM, estaban los jóvenes, la gran masa. Había oído decir hacía un par de semanas: “Los policías deberían meditar antes de salir. El respeto y el control emocional son clave”. Ese, claramente, no fue uno de esos días. Al atarceder, la policía y el Esmad cargaron contra los marchantes. Transcribo un fragmento de mi cuaderno de esa tarde:

“Un joven pedalea por la avenida. Alcanzo a ver sus jeans y su pelo oscuro ensortijado cuando se separa unos metros del grupo. Cerca a él va, decidido, un carabinero en su caballo, que trota obediente en dirección al ciclista. Cuando ve que el choque es inminente, el sensible animal rechaza la orden, se niega a ser caballo de guerra y gira para evitar el choque, pero alcanza a desequilibrar la bici con sus ancas. Finalmente, y en ese momento logro volver a respirar, el joven recupera el balance y se desvía hacia el andén, aturdido”.

¿Qué te evoca esta imagen? Un ciclista, con jeans y camiseta es atacado por un carabinero montado. ¿David y Goliat? ¿Tiananmen? ¿Greta y Trump?” No vi ninguna horda de vándalos. Solo unos pocos queriendo desequilibrar y lográndolo y a miles bailando, cantando, caminando lento, recibiendo el ataque, primero con amor, luego con temor, al final con impotencia. ¿Hablamos de lo que pasa en las calles, no en las redes ni en los medios? ¿Afinamos la mirada, escuchamos más allá del miedo, por encima de la rabia?

Hace poco, Mateo Jaramillo, en un panel de equidad de género, dijo algo inesperado. “Yo no sé nada de equidad de género y creo que voy a decir algo que no les va a gustar. Creo que ese no es un problema para los jóvenes. En mi empresa nos preocupamos más por balancear las energías masculina y femenina. Necesitamos sensibilidad, cooperación, arte, amor, balance, un femenino más alto tanto en hombres como en mujeres”. ¿Será que si elevamos esa energía yin, la de la escucha, la inclusión, la receptividad y la confianza, tendremos una sociedad más incluyente? ¿Será que detrás de las marchas hay una semilla para una revolución femenina, que debemos visibilizar, abrazar y aprovechar a nuestro favor?

Vemos muchas peticiones sobre asuntos humanos, sensibles, trascendentes. La pancarta con el tiburón diciéndole al ministro de ambiente que “se corte una” en lugar de permitir que corten sus aletas; las que piden cumplir con los acuerdos de paz; las que defienden los territorios de Tribugá y Santurbán; las que piden cuidar a nuestros indígenas y líderes sociales. ¿No crees que, luego de años de conflicto armado, la cacerola es una cariñosa herramienta ciudadana? ¿Será que estamos migrando hacia una sociedad más integrada, en equilibrio? La suave y musical brisa de la mejor y mayor parte de las protestas, como fueron los conciertos la semana pasada, nos invita a prestar atención y respirar profundo, lo que no pudieron los policías, y cambiar el rumbo, como hizo el caballo. ¿Qué tal si no solo respondemos a los dañinos, si no les hacemos el juego a los pocos criminales y a los políticos oportunistas? ¿Qué tal si le damos valor a lo otro, lo mayoritario, lo espontáneo, a esa fuerza serena que se eleva?.

* Director de Comfama

David Escobar Arango

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