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Con todas las glosas que puedan hacérsele a la encuesta Invamer más reciente, son signos inquietantes la conclusión general sobre el predominio del pesimismo entre los ciudadanos, la caída de Petro y del Alcalde Quintero en favorabilidad y un ánimo negativo frente a las llamadas instituciones. Todo eso puede percibirse al hablar con la gente. Que lo dictaminen 1.200 personas de las cinco principales ciudades, apenas 200 de Medellín, no le quita ni le pone a un instrumento de medición que, todos lo sabemos, representa sólo una muestra instantánea, que seguro podría ganar en contundencia si detectara un universo más amplio, porque nada de lo que ahí se responde parece contraevidente a la luz del simple sentido común. El muy recordado Otto Morales Benítez diría que para llegar a semejantes verdades “me bastan mis propias encuestas”.
Una faceta que encuentro discutible en esta y en muchas encuestas es la que se refiere a los medios de comunicación y al periodismo. No es razonable catalogarlos como una organización institucional. No tienen ni la homogeneidad, ni la estructura jerárquica, ni la cohesión de las fuerzas armadas y la milicia, de la iglesia, de los gremios económicos, por ejemplo. Los órganos periodísticos son heterogéneos, dispares y diversos. Como corresponde a su naturaleza de entidades libres, no son clasificables como un solo bloque monolítico. Cada cual va y debe ir por su lado, a su leal saber y entender, con libertad y responsabilidad, a menos que estuvieran dirigidos como si fueran un aparato ideológico más del Estado, como les encanta a los regímenes totalitarios, que no admiten discordancias y someten la interpretación de la verdad a la ominosa censura previa. Hasta ahora, no pasa en este país. Hasta ahora.
Por eso es muy equivocado el enfoque de la crítica generalizada a “los medios”, al periodismo. Ni los directores ni los gerentes ni los periodistas están obedeciendo órdenes de autoridades que los gobiernen, ni se llaman todas las tardes a ponerse de acuerdo sobre cómo titular y opinar, etc. Heterogeneidad, disparidad, diversidad, son sus rasgos caracterológicos inevitables. Sin embargo, que “los medios” no deban homologarse a bloques institucionales, no sirve de excusa para subestimar su virtual pérdida de favorabilidad. Ahí se nota, y se advierte en la encuesta, un aviso, una alerta ojalá temprana, una campanada a la conciencia periodística.
Pensemos en el presente y el porvenir de esta cultura profesional, en su integridad y su independencia. ¿Está perdiendo también justificación y está diluyéndose su necesidad social? ¿Se ha distorsionado en el maremagno de tantas dedicaciones agrupadas por una mal entendida integralidad que ha hecho un provocativo salpicón de influencers, mercadólogos, teóricos herméticos, tecnócratas, youtubers, portacables y portavoces, animadores, recepcionistas y emisores de contenidos, etc.? ¿De dónde salieron los 300 comensales agasajados por un político el Día del Periodista? ¿La comunicación que hoy se acredita archivó el periodismo que aprendimos y pretendimos enseñar durante medio siglo y que en las encuestas va cayendo en picada? .