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Columnistas | PUBLICADO EL 01 noviembre 2021

Tranquilos, pero ya vamos espabilando

Por juan josé garcía posadajuanjogp@une.net.co

A muchos individuos nos ha pasado, en estos meses de perplejidad e incertidumbre, que se nos altera la noción del tiempo y confundimos las mañanas con las tardes o sentimos que no es viernes sino sábado y damos bandazos cronológicos para recobrar una mínima normalidad como para aterrizar y volver a distinguir el orden en las fechas del calendario. Pero que no nos preocupemos, me ha respondido una acertada consultora psicológica. No se trata de ningún signo de alarma.

La frecuencia de lunes festivos aumenta ese leve pero inquietante trastorno. Hoy me resisto a sentir que no es domingo. Esta fecha figura en memoria de las benditas ánimas del Purgatorio. Esta es una devoción que, para no pocos creyentes, ha sido prodigiosa, por no decir milagrosa. Cada cual puede mencionar episodios personales anecdóticos para ilustrar sus experiencias.

Aquí, en esta columna, puede no ser el espacio adecuado para volver sobre el tema, pertinente, sí, en las tertulias familiares, sobre todo en la quietud el campo y cuando va aproximándose la media noche, a la hora en que también sobrevuelan íncubos y súcubos, brujas y espantos o águilas arpías. Los aficionados al cine de terror no dejarán de ver alguna película de vampiros. Por mi parte, seguiré leyendo Juana la enterradora, la más reciente novela que presentará John Saldarriaga mañana en Otraparte. Narra con su ascendente maestría varios sucesos ocurridos en el cementerio de Envigado, entre ellos lo que fue el robo de la calavera del gran filósofo paisa Fernando González.

Quedamos en que la alteración o distorsión del tiempo no es síntoma de algún daño mental, ni el anuncio de alguna temible enfermedad cerebral degenerativa. Es sólo el resultado de las alteraciones de la rutina, de la vida habitual. La sola virtualidad en las relaciones laborales y amistosas va marcándose como una costumbre de la cual resultará dificilísimo, si no imposible, despojarnos. Mejor si se mantiene esa forma de cambiar de salón de clase con un clic o pasar a una agradable tertulia, como la que venimos haciendo con los tertulianos del Coloquio de los Libros, desde marzo del año pasado, cada ocho días y sin faltar ni en Navidad ni en Semana Santa.

Sí parece verdad que poco a poco vamos saliendo de la insoportable privación forzada de las libertades por causa del virus innombrable, de la chandemia como la denomina el profesor Juan Manuel Serna. No tanto como para cantar victoria antes de tiempo y creerle al flamante Alcalde cuando decreta la próxima inmunidad de rebaño y el abandono del asfixiante tapabocas. Pero sí como para empezar a espabilar, a volver a sentirnos personas, a no dejarnos engañar por los mensajes sugestivos e insustanciales de tantos egopolíticos alborotados en vísperas de elecciones

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