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Todos tenemos un rayón

Distintos cuadros estadísticos dictaminan que en alta proporción los seres humanos padecemos, o gozamos de algún desajuste.

21 de agosto de 2023
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Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

La palabra rayón apenas está instalándose en el léxico. Aparece en el Diccionario de Americanismos. Es una suerte de desajuste mental que tiene muy diversas manifestaciones. Puede tratarse de un trastorno depresivo, una forma de ansiedad, algún tornillo suelto, hasta de una teja corrida.

Distintos cuadros estadísticos dictaminan que en alta proporción los seres humanos padecemos, o gozamos de algún desajuste, sin darnos cuenta o sin aceptar el diagnóstico informal de los allegados que nos padecen. Era el doctor Freud quien sostenía que, mínimo, cada persona puede contraer una neurosis.

Para psicólogos y psiquiatras hay trabajo más que suficiente en este país y esta región, aunque ni se reconoce ni aumentan las posibilidades de responder a una demanda de atención que va creciendo en forma inquietante.

Todos los días nos llegan noticias que muestran las deficiencias del sistema de salud en este campo fundamental de los desarreglos mentales. El cambiante medio social, económico y político, el estado general de crispación, angustia y conflictividad, la violencia circundante, la incertidumbre y el pesimismo, la inseguridad y hasta la crisis climática, las leyes de la herencia y múltiples factores determinan desequilibrios leves o graves, que están aflorando en las absurdidades cotidianas, en los actos alarmantes y contrarios al simple sentido común.

Hay respetables y meritorias universidades muy avanzadas en formación de profesionales, maestros y doctores en cuestiones de salud mental. Sin embargo, viven abrumados porque, por ejemplo, a los que trabajan en colegios oficiales o privados los recargan de responsabilidades en forma despiadada. Y no es poca la gente acostumbrada a resolver sus problemas emocionales, sus inestabilidades psíquicas mediante consultas gratuitas al Doctor Google, cuando deberían acudir a alguien preparado para un tratamiento confiable y efectivo.

En forma lenta y ojalá segura ha venido cambiando el viejo estereotipo que denominaba loco a todo aquel que se atreviera a participar de una terapia adecuada con un psicólogo o con un psiquiatra. “¿Yo acaso estoy deschavetado como para gastarme la plata en consultas con una señora que por más títulos y posgrados que tenga en psicología sólo va a darme consejos?”.

Y para muchas personas la solución cómoda y facilista parece como si estuviera en libritos cuestionables de autoayuda que repiten fórmulas elementales elaboradas por autores que enseñan cómo alcanzar el éxito, cómo ganar amigos y dinero en abundancia, etc.

Si aceptamos la realidad muy grave sobre los desajustes de la sociedad colombiana y antioqueña en esta materia capital de la salud mental y si de verdad pretendemos ayudar a que se encuentren alivios, remedios o curaciones convalidados por la acreditación profesional, primero que todo es preciso admitir que, así no todos estén o estemos locos, es seguro que la inmensa mayoría de los habitantes de este país y esta región sí tenemos alguna tuerca floja, que puede representar el preludio de otros desequilibrios más notorios, penosos y del peor impacto social. Negar semejante evidencia no es una locura sino una tontería. Todos tenemos un rayón.

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