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El 70 por ciento de la solución, dependerá de conectar la equidad de género con la educación de los potenciales victimarios: los hombres. Para que aprendamos desde los primeros pasos de nuestra existencia a respetar los derechos de las mujeres.
Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com
El hijo menor de Érika Aponte, de ocho años de edad, el pasado domingo, día de la madre, recibió la triste noticia que su mamá fue víctima de un feminicidio en Colombia. Con tan solo 26 años, Érika fue asesinada por su expareja.
Le disparó en repetidas ocasiones mientras se encontraba trabajando. Otro número más para las frías estadísticas. El año pasado en Colombia se registraron 614 feminicidios. La violencia atroz que representan los feminicidios es tan solo la punta de un inmenso y complejo iceberg, conformado por múltiples formas de violencia e inequidad contra las mujeres.
El movimiento feminista y de equidad de género, ha estado sobrecargado de muchas connotaciones, unas positivas y otras negativas, como cualquier movimiento humano que lucha porque las cosas cambien. Que las cosas cambien no solo les compete a las mujeres. Le compete a toda la sociedad. Por eso, en palabras de Chimamanda Ngozi Adiche, todos deberíamos ser feministas.
¿De qué depende que las cosas cambien? Depende de remover las raíces de la educación, para que como sociedad nos descodifiquemos, desaprendamos y aprendamos.
Por el lado de las potenciales víctimas, creo que el 30 por ciento de la solución dependerá de conectar la equidad de género con la educación de las mujeres. En cada rincón de Colombia, es fundamental que disfruten de una educación moderna sobre sus derechos. Para que dejen de normalizar lo que no es normal. Para que exijan lo que deben exigir. Para que entiendan la dimensión histórica de lo que significa su dignidad y su diferenciación. Para que entiendan cómo pueden construir relaciones sanas y equitativas.
El otro 70 por ciento de la solución, dependerá de conectar la equidad de género con la educación de los potenciales victimarios: los hombres. Para que aprendamos desde los primeros pasos de nuestra existencia a respetar los derechos de las mujeres, a no instrumentalizarlas y relacionarnos con ellas bajo el profundo concepto de equidad de género. Pero sin duda, todo lo anterior es de largo plazo. ¿Qué hacer en el entre tanto?
Dentro de los casos ilustrativos de lucha contra los feminicidios, se encuentran diferentes casos de éxitos y fracasos a nivel mundial, inclusive con cifras preocupantes en países desarrollados.
Los países que han logrado disminuir este flagelo, han detectado que, en la mayoría de los feminicidios, el agresor aislaba a la víctima de sus familiares y amigos. A partir de sentimientos y estados de culpa, miedo y desprotección, las mujeres no activaban mecanismos eficaces de defensa y protección. Por el contrario, simplemente trataban de huir. Los países exitosos, aprendieron dos cosas muy importantes: La primera, que entre más temprano se reporte el inicio del ciclo de violencia, más rápidas y efectivas son las medidas para romperlo. La segunda, que con inteligencia artificial se combate la violencia de género.
Con base en lo anterior, diseñaron políticas concretas para romper el nefasto ciclo de indefensión y abandono de las víctimas. El mensaje de estos países ha sido contundente: no están solas. Tienen todo el derecho a defenderse y a que la sociedad las defienda. Confíen en las instituciones.