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Escribo desde Santiago de Chile en pleno confinamiento y nuevamente preparándome para vivir desde la intimidad de mi hogar las celebraciones de Semana Santa que año tras año me enriquecen tanto espiritualmente.
Muchos habíamos sido advertidos de que marzo sería un mes difícil debido a que en febrero gran parte de la población saldría de vacaciones de verano (gracias a un permiso único establecido por el gobierno) y también debido a que el efecto de la vacuna tarda aproximadamente un mes después de su segunda dosis, por lo que todavía muy poca gente estaría inmunizada.
Pese a la advertencia, a muchos nos ha tomado un tanto por sorpresa el alto crecimiento de contagios diarios y la nueva cuarentena que esto ha traído como consecuencia. Por cuatro días consecutivos Chile, un país con 18 millones de habitantes, superó los 7 mil casos diarios de nuevos contagios. Los días 10 y 11 de abril iban a realizarse las elecciones para gobernadores regionales, constituyentes, alcaldes y concejales. Sin embargo, el gobierno propuso al Congreso aplazarlas para los días 15 y 16 de mayo.
Este es el panorama que vive Chile, el tercer país del mundo con mayor número de vacunados por cada cien habitantes (después de Israel y Emiratos Árabes). Un país que además, ha donado vacunas a Perú, Ecuador y Paraguay.
¿Cómo se entiende este fenómeno en un país que diseñó con anticipación un plan para contener este virus? ¿que desde febrero del año pasado ya estaba comprando nuevos ventiladores y desde abril estaba negociando las vacunas? El presidente Sebastián Piñera, en una entrevista con Andrés Oppenheimer, atribuía esta situación a dos causas: la llegada del otoño con el descenso rápido de las temperaturas y la llegada de nuevas cepas del virus que resultan mucho más contagiosas. A estas dos causas agregaría yo el relajamiento de ciertas medidas y el afán de muchos por hacer reuniones con poco o ningún respeto a los protocolos sanitarios. Muchos pensamos que ante el rápido proceso de vacunación, la llamada inmunidad del rebaño llegaría rápido a Chile pero lamentablemente ha sido más rápida la propagación del virus.
Todo esto lo escribo porque Colombia está un poco más atrás en el proceso de vacunación y porque es importante tomar conciencia de que este virus tiene para rato. Por más que cuesten medidas como el encierro, el distanciamiento social, la mascarilla y por más que tengamos las manos peladas de lavarlas y echarles alcohol gel, es necesario seguir cuidándonos por varios meses más para evitar ser un eslabón más en esta cadena de contagios.
La Semana Santa llega pues con características muy parecidas a las del año pasado: encierro, ceremonias virtuales para quienes somos creyentes y vacaciones en casa, con reuniones por zoom para quienes aprovechan estos días para el ocio. Tenemos que seguir reinventándonos, buscando maneras creativas para seguir cuidándonos sin que esto haga grandes daños a nuestra salud mental. Llegarán después tiempos mejores en los que volveremos a encontrarnos y abrazarnos pero por lo pronto, cuidémonos.