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Estación Respuestas que, en lugar de tener como símbolo en la entrada dos afirmaciones, lo que muestra son un par de interrogantes, quizá porque lo que se diga ahí vaya a medias, se contamine de mentiras o ya esté casi ahogada por la propaganda y la andanada de noticias falsas. Lo cierto es que a Respuestas llegan los que no han dormido, los que buscan un número milagroso para ganarse la lotería y hasta los que quieren casarse con alguien de dinero fácil. Sin que falten los que traen problemas matemáticos no resueltos, planos de ingeniería civil posiblemente mal calculados, cuestionamientos filosóficos que no se han dejado matar (la ética, por ejemplo), definiciones más precisas sobre algo (política, democracia, pueblo) y los que cargan diccionarios con palabras cambiadas de sentido, tachadas o cortadas por alguna tijera misteriosa. Y en esa cola de gente con las caras largas y de ojeras abotagadas, palidez en la piel y una que otra calculadora que se niega a conectarse con la red, la duda hace de las suyas en los cerebros y en las tripas.
Es claro que tanta información sin clasificación y acelerada nos ha vuelto débiles para pensar. Anteriormente frente a una duda estaba el espacio y el silencio, la conciencia del ensayo-error y la necesidad de un maestro (uno solo). Hoy, frente a una pregunta, aparecen toda clase de afirmaciones que se contradicen entre sí y se acompañan más de ruido que de certidumbre, dejando al que pregunta mirando para todos lados o para ninguno, pues todo le llega como trompadas o golpes secos sobre un saco de arena. Nos pasa con las preguntas sobre las vacunas, las de inmunidad de rebaño, las de lo que significa un debate político, las que tocan con la funcionabilidad de la democracia y hasta lo que se dice de D’s, que todos lo nombran, pero con los actos lo niegan. Uf.
Entrar en el mundo de las preguntas sobre la realidad de lo que pasa, es meterse a un ring donde no solo hay dos contendientes y un árbitro (del que no se le saben las mañas) sino que todos los espectadores también responden, así que por allí va un jab que desinfla a uno o un K.O que tumba al que no es. Y en este bochinche informativo (lo formativo parece ser que desaparece como palabra), la proliferación de respuestas (las más, amañadas por algún interés) generan más dudas, deprimen y hasta hacen vomitar. Demasiada salsa para lo que es solo un fideo.
Acotación: la duda es propia del hombre que razona y la respuesta, para que sea completa, debe resolver el problema y generar algo de sabiduría. Dudando nos hemos vuelto humanos, pero hoy, dudando y dando por respuesta lo que no es, nos deshumanizamos al punto de que solo nos vemos y ahí no hay nadie.