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Estación Punto de Inicio, a la que llegan historiadores que revisan documentos sin firmar o con firmas ilegibles, sociólogos que buscan razones de convivencia rotas y cambios sociales (imprevistos o programados), antropólogos que se preguntan sobre la evolución y la involución de los colectivos, escritores que imaginan lo que pudo haber pasado y toman notas acerca de lo posible, psicólogos que analizan traumas y variaciones de percepción de la realidad, neurólogos que miran por el microscopio daños cerebrales (algo pasó con las neuronas), economistas que hacen de nuevo cuentas (econometrías) sobre usos políticos y recursos naturales, políticos que todavía creen en ideologías que funcionaron y se rompieron por conveniencias, cirqueros que revisan saltos peligrosos y parábolas que no acertaron, amas de casa que hablan de cuando se podía mercar completo, gentes de café que recuerdan cuando se iba seguro por las calles, analistas que tratan de certificar el punto donde todo se fue al carajo. En fin, hasta científicos que miden las consecuencias de haber entendido fenómenos, leyes y principios dejando la ética a un lado, se ven en la fila.
Zigmunt Bauman, para quien todo se volvió líquido a partir de un punto determinado (cuando todo era sólido), usa la palabra retrotopía no solo para encontrar la situación clara desde la que se pudo avanzar sin peligro, sino también para proponer lo que faltó para que la civilización no se quebrara en cientos de fragmentos que ya ni por ley de caos se unen, debido a que se repelen, mutan enloquecidos. Y en este punto por recuperar (o tener en cuenta), que se puede situar en la década de los sesenta, sería necesario volver a la educación práctica (saber oficios), a las economías estables (sin usos dañinos de los recursos y la generación de empleo) y a una democracia con principios morales y propicia para el crecimiento y desarrollo de la gente de cada país, que solo es posible a través de una clase media activa.
En este punto (del que se partiría de nuevo), debemos saber quiénes somos aquí y por qué estamos vivos (aquí el agua es imprescindible), a qué territorio pertenecemos y cuáles son sus ventajas comparativas para desarrollarlo (en especial, en abastecimiento alimentario), qué tipo de educación necesitamos (partiendo del humanismo) y hasta dónde podemos llegar sin romper los límites económicos, científicos, políticos y morales. Desde ese punto sólido (que puede recuperarse) hay que detener lo líquido, que es lo que corre sin control, crea espacios de podredumbre y al final erosiona cualquier futuro. Un punto que está ahí y es posible porque ya existió, hay memoria de él y todavía no es una oportunidad perdida.
Acotación: devolverse para recuperar el camino más seguro, revisar el error para no cometerlo de nuevo, detener el desborde retornando a lo sólido es un asunto inteligente. Porque de seguir como vamos, ya no vamos