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Columnistas | PUBLICADO EL 29 junio 2019

SOBRE PROHIBIDORES

Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGELmemoanjel5@gmail.com

Estación Hipocresía, a la que llegan los aparentadores grandes y medianos (a los chicos se les perdona porque apenas están ensayando), los moralistas de oficio (por lo común perjuros), los cazadores de errores para esconder los propios, los informados en webs para crédulos, los que creen que con un mal que señalen el resto de males se da por lavado. Y sigue la fila de gente que baja persianas para hacerse a la ilusión de que sigue siendo de noche y por ahí pecan los diablos; los que se creen jueces de tanto mirarse al espejo y, marginalmente, mucha otra variedad de tipos masculinos y femeninos de difícil clasificación debido a la paranoia mutante que manejan, que va desde el creer que ver ya es oler o presumir ya es un hecho. Bienvenidos al mundo de los prohibidores.

Y no está mal que se prohíba caer en el error, a fin de cuentas para esto se hacen las normas. Con prohibiciones acertadas (aquellas que tienen razón) se construye una conducta o, como dice Alfred Adler, un carácter. Pero cuando una prohibición se usa para saltarse otras, ya el asunto se convierte en buscar un chivo emisario para cargar en él todo lo demás que es susceptible de prohibir pero no se hace. Es el caso del cigarrillo, cuya prohibición de fumarlo en lugares públicos sirve para evitar luchar contra el CO2 y el NO (óxido de nitrógeno) que expelen los vehículos, las partículas que inundan el aire con los frenazos y lo que alguien llamó polvo del Sáhara para crearle un eufemismo a la polvareda que brotaba (y brota) de los edificios e infraestructuras en construcción. Esto con lo que le sucede al aire y a los pájaros, que saben mejor que nosotros lo contaminantes que son los aviones.

Si vamos a prohibir, empecemos por la comida chatarra que produce daños cardio-vasculares en todas las direcciones, por el ruido que afecta los oídos y el cerebro, por la ignorancia que crea personas cada vez más exaltadas (Aquiles se mantenía encolerizado porque no entendía), por la publicidad que manipula los deseos y hace gastar lo que no se tiene, por la contaminación excesiva que el gobierno calla, por las mentiras que crían y fomentan el pesimismo y por la corrupción que se carcome al país. Así que no es prohibiendo una sola cosa para que el aire sea más respirable, la vida más vivible y la inteligencia más funcional. Se prohíbe lo que nos daña, pero todo y sin mentir haciendo lo mínimo y dándolo como gran cosa.

Acotación: Perseguir un solo efecto de los tantos que nos dañan, no deja de ser risible. Y vuelvo a la historia del hombre al que le pusieron cuernos: vendió el sofá en el que encontró a su mujer fornicando para que no se repitiera el hecho. Y bueno, fumando espero. .

José Guillermo Ángel

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