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Y quizá por esto la película que vivimos sea Oppenheimer, la construcción de un final violento en el que el problema, que somos los humanos, se destruye a sí mismo.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Oppenheimer, a la que llegan especialistas en escatología (eso que no es ciencia sino presunción terrible de cualquier final), seguidos por calculadores de entropías, diseñadores de erupciones, consultores en bombardeos de electrones, tramoyistas de distopías, videntes alterados, lectores de libros apocalípticos, gente que mide radiaciones, buscadores de uranio y plutonio, políticos que reclaman destrucción total, sobrevivientes de explosiones nucleares, drones en diversos modelos y efectos, productores de elementos contaminantes, expertos en marketing del miedo, analistas de temperaturas altas, promotores de infiernos, constructores de bunkers, dibujantes de mapas en lugares donde ya falta agua, vendedores de Homo Deus (el libro de Harari), científicos envidiosos y mezquinos, cazadores de brujas, teóricos del fin y sin retorno, profesores que buscan sentido en las novelas y cuentos de Isaac Asimov, cabalistas que leen lo escondido etc. Y en medio de estos calores, una versión del planeta que se reinicie tábula rasa, es decir, que parta de nada.
Es claro que vivimos tiempos de contaminaciones y de pestes, de delirios de poder y de inteligencia artificial propicia para la destrucción de millones de empleos (y supongo que también de miles datos políticamente no correctos). Y en estos días que corren, la muñeca Barbie impone los tonos del rosa mexicano, las ciudades se presentan como asteroides en las que abundan escenarios y personajes excéntricos (la película de Wes Anderson es un ejemplo), los medios no paran de hablar de cabezas nucleares y África se rebela contra los neocolonialistas franceses, ingleses y alemanes, añadiendo a lo anterior presiones inflacionarias, diplomacias que amenazan y negaciones a toda evidencia. Total, se vive un ambiente de proyecto Manhattan, ese donde se creó la bomba atómica norteamericana, incluyendo físicos, técnicos, espías y revisores de hojas de vida. Y sí, sentimos la sensación de ir a explotar de un momento a otro, y de manera general si se aprieta el botón que es.
Los problemas, cuando no se solucionan a tiempo, tienden a multiplicarse en ellos mismos a la par que se conectan con otros, creando mutaciones. Es lo que sucede con el calentamiento global, con las aguas que se contaminan y destruyen, con la justicia que no opera, con los totalitarismos que se crían en las democracias, con los desórdenes económicos etc. Y quizá por esto la película que vivimos sea Oppenheimer, la construcción de un final violento en el que el problema, que somos los humanos, se destruye a sí mismo. Un algo asustador, pero que está ahí. Ojalá se enciendan las luces y salgamos en calidad de espectadores y no de restos.
Acotación: La tierra es un nano punto en la infinitud del universo. Y aquí nacemos, nos amamos, trabajamos, construimos, aprendemos, pero también odiamos, destruimos, deliramos y perdemos la noción de estar vivos en la única oportunidad que tenemos: no permitir el efecto Oppenheimer, que no es un individuo sino un sistema.