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La lectura (que muchos dicen que ya es palabra decadente, evitando decir que es peligrosa) se mantiene viva y los escritores e impresores persisten en que exista a través de libros de papel.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Fiesta de Libros, a la que llegan los escritores con sus propuestas de ficción y sus ensayos, los poetas con sus visiones y los diseñadores con sus mundos gráficos en portadas e interiores, los lectores con sus búsquedas (que van desde salidas del laberinto hasta escapes fáciles de la realidad) y los que no leen con la posibilidad de comenzar a leer.
Y en medio de este movimiento, las estanterías con sus libreros, los críticos de gafas redondas y el pelo largo (esta figura es como un uniforme), los que traen el alma en la mano por si hay algún diablo que la compre, los que venden libros viejos y mantienen los clásicos vivos y otro montón de gente con sus promociones, pues por el planeta (o asteroide) de los libros aparecen artesanías, carteles, gente que anuncia conferencias, puestos de café, gente con bolsas y paraguas, caminantes que dan vueltas y hasta los que se preguntan para qué tanto libro si ya existe la Inteligencia Artificial y esa lee por uno y si es del caso piensa. De todas maneras, abundan las caras, las palabras, los precios, las manos en los bolsillos y las orejas dispuestas a oír.
La lectura (que muchos dicen que ya es palabra decadente, evitando decir que es peligrosa) se mantiene viva y los escritores e impresores persisten en que exista a través de libros de papel, de esos que van con uno, no requieren de conexiones y se pueden leer (releer y acotar) en cualquier posición y, si es del caso, en compañía, lo que mejora estar con otro. Y si bien la nueva arquitectura no tiene entre los espacios el de la biblioteca, los lectores se las ingenian para crearse una que esté a la mano, pues al libro se recurre para imaginar, aprender, cuestionar y hacerle la resistencia a un sistema que trata de que la gente piense poco y ojalá igual, obedezca fácil y crea sin cuestionar.
Leer es un ejercicio de la libertad y a más palabras leídas más mundo, pues cada libro cuenta una historia, confronta al que lee, da elementos de análisis y evita dar vueltas (como un hámster) en torno a una misma cosa (o en la misma jaula). Y en esto de la lectura, los libros proponen (son vidas que se nos anexan, decía Umberto Eco), hacen ver otras cosas y permiten que haya caminos. Por esto están en la fiesta de los que aportan y saben bien cuál es el paso en el baile. Y cada libro crea otro (George Steiner decía que leemos un mismo libro que se amplía) y es propiedad privada que va creciendo. Y bueno, leen los que quieren tener más vida.
Acotación: en tiempos de deslectura (valga la palabra), la resistencia es leer. Leer para no tener miedo. La libertad comienza en la palabra inteligente impresa.