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Sobre huevos y gallinas

Los cacareantes (habitantes de la red, la tele y la radio) tienden a ser voyeristas y, como en la corte de Claudio el emperador, de cualquier dedo al aire sacan conclusiones.

26 de agosto de 2023
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  • Sobre huevos y gallinas

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Cacareo, a la que llegan desplumados y desplumantes (valga la palabra) desde direcciones varias, los unos botando plumas y los otros recogiéndolas para tirarlas encima de los que les siguen, que son pollos que se entrenan para la pelea o gallinas para el chisme. Y en este juego que rememora los viejos circos medievales que, a falta de animales, exhibían pollos de trapo, osos de lana sucia, leones de papel maché con granos de maní a manera de dientes, mariposas de seda barata y enanos crecidos (de 170 y 175 centímetros) a punta de avena, los busca audiencias (los del plumero diario) crean escándalos de todo tipo, inflan datos, se voltean como asándose y, para colmo, se dan aires de F16, pues lo que dicen se dispone para dar en el blanco, no importa que éste sea una mentira, una calumnia o la entrada en alguna intimidad.

Los cacareantes (habitantes de la red, la tele y la radio) tienden a ser voyeristas y, como en la corte de Claudio el emperador, de cualquier dedo al aire sacan conclusiones. Ya se sabe, uno tiende a ver lo que le falta. Las gallinas que no ponen se llaman cluecas o abuelas y su tarea es calentar huevos ajenos. Hasta aquí lo que dice el Manual de granja autosuficiente de John Seymur.

Pero lo anterior, como metáfora o analogía, ya si tiene qué ver con los huevos (en hebreo se dice beitzim) que, como en el cuadro de Jerónimo el Bosco (en el que los huevos caminan y se comen entre ellos), se calientan por toda la red informativa. Huevos que anidan en bodegas y en titulares bullosos que después se disuelven en el contenido y terminan siendo huevitos o rastros de huevo, sombras, un mero olor. Pero, se dirá, el primer golpe lo recibe el receptor como si lo hubiera recibido con un ariete.

Es claro que vivimos en un cacareo (pollos, gallinas, gusanitos, zorros) y cada semana aparece uno grande que grita que ya se produce el huevo definitivo. Ese huevo semanal y dinosáurico (como diría García Márquez), es publicitado como un Humpty Dumpty acromegálico, el peor de todos, el más evidente. Pero corren los siete días y al final solo hay una cáscara debilucha. O sea que lo del huevo ni una receta de tortilla, pues llegaron los tenedores y, separando una cosa de otra, pusieron en el plato otra cría de huevo para un nuevo cacareo. Y ahí vamos, viajando en cacerola.

Acotación: las gallinas cacarean los pollitos pían, los sancochos de rabadilla gustan poco y lo que más se apetece en un caldo son la pechuga y los muslos. Lo anterior sale de un huevo bien criado. Pero de los huevos noticiosos solo brota algo que huele y se cría mal, y se parece mucho al huevo endiablado de la serpiente.

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