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Recientemente lanzamos desde el C4IR.CO el hub para la región Andina de la iniciativa fAIr-LAC del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La palabra fAIr tiene un doble sentido: justo en inglés pero a la vez con la sigla AI, del inglés inteligencia artificial (IA). En conjunto con el BID, buscamos identificar y co-diseñar proyectos que apunten al uso ético y responsable de esta tecnología. El primer proyecto que hace parte del hub fAIr-LAC busca generar estrategias orientadas a la neutralidad de género en datos e IA (les recomiendo la excelente entrevista de Cristina Gómez del C4IR.CO en EL COLOMBIANO; 19 de octubre).
El sesgo y la desigualdad de género han sido una constante en el mundo en el que vivimos en áreas como el trabajo, la política y la educación. Los datos siguen siendo innegables: menos acceso a la educación (particularmente STEM), promedio de salarios más bajos, menos mujeres en puestos de dirección ejecutiva (menos del 6 % en las empresas del S&P 500) y solo 10 como líderes de gobierno en 193 países. Con la pandemia, la desigualdad se ha agravado ya que las mujeres tienen un riesgo mucho mayor de desempleo, sin mencionar el aumento exacerbado en la violencia doméstica. El origen de estos preocupantes hechos se remonta desde hace milenios por cuestiones relacionadas con la religión, la cultura o modelos económicos. Afortunadamente, sí ha habido mejoras en algunas organizaciones, culturas y países en los que las tradiciones, normas y valores deberán servir de ejemplo para el cambio que se necesita.
Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier ganaron el premio Nobel de Química por su innovador trabajo realizado en una herramienta de edición del genoma. Sin embargo, fueron sólo la sexta y séptima mujeres en ganar este premio. Hasta 2019 solo el 6 % de premios Nobel han sido otorgados a mujeres; a pesar de que el 40 % de estos se dieron en los últimos 15 años, todavía hay terreno por recorrer. Jennifer y Emmanuelle han sido señaladas como modelos a seguir para niñas y niños en el mundo STEM y más allá. Yo tuve la suerte de crecer en una casa con mi propia mujer maravilla. Mi madre, con una maestría y doctorado en educación matemática, fue una pionera en su campo reconocida internacionalmente. Hizo esto mientras nos cargaba a mi hermana y a mí en cada hombro, aprendía un segundo idioma desde cero después de los 30 años y era la cabeza de familia con una lista interminable de tareas domésticas. Y lo hizo mientras jugaba con nosotros, nos amaba y enseñaba a asumir la responsabilidad de cocinar y limpiar y, no de menos, la autoconciencia y el respeto por uno mismo. Es innegable que esto frenó su desarrollo como profesional; pero como alguna vez me dijo “el camino que recorremos y las decisiones que tomamos hacen parte de quienes somos y de las cosas que logramos en la vida”. Mamá, para mí ya has ganado el premio Nobel diez veces. Simplemente, gracias. A ti y a las personas que dedican su vida a colocar el corazón en todo lo que hacen.