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Columnistas | PUBLICADO EL 03 enero 2020

Sergio Ignacio Soto Mejía

Por Luis Fernando Álvarez J.lfalvarezj@gmail.com

Fenalco Antioquia es la principal seccional de la Federación Nacional, el gremio que aglutina las más importantes empresas y personas naturales dedicadas al comercio. En los últimos tiempos, se ha caracterizado por dos factores sobresalientes y humanamente contradictorios. Por una parte, por designar para la dirección ejecutiva profesionales de reconocida trayectoria personal y profesional, y al mismo tiempo, porque algunos de ellos han estado ligados a una especie de sino trágico que ha terminado de manera abrupta sus valiosas vidas.

En la década de los 70 tuve el honor de haber sido llamado a ocupar la subdirección jurídica de Fenalco, por su director ejecutivo de aquel entonces, nuestro ilustre profesor de derecho comercial, Gonzalo Jiménez Gómez. El doctor Gonzalo, con una brillantísima hoja de vida, una inteligencia superior y una inmensa capacidad de trabajo, fue una especie de precursor del moderno concepto gremial. Su brillante carrera se vio truncada por una muy pronta partida hacia el Señor, en medio de circunstancias extrañas y abruptas como fue su maravillosa existencia.

Posteriormente me correspondió compartir labores con Juan Luis Uribe Uribe, miembro de una gran estirpe de antioqueños, cuya vida como dirigente también se truncó de manera prematura, pues su llamado a compartir la gracia del Señor, también cubrió de dolor al querido gremio de los comerciantes, por la forma temprana y abrupta en que se dio.

Si mi memoria no me falla, el último gran director con quien tuve el honor de compartir en Fenalco, fue Luis Alfonso Quintero Arbeláez, profesional íntegro, excelente director, gran defensor de nuestros valores éticos, quien por la gracia del Todopoderoso no le alcanzó ninguna tragedia temprana y personal, de manera que aún hoy se encuentra entre nosotros.

Seguro omito otros nombres de grandes directores que han ocupado esa honrosa dignidad. Sin embargo, el siglo XXI nuevamente premió a los comerciantes de Antioquia y a nuestro mundo empresarial, con un gran director ejecutivo, uno grande, propio para las especiales exigencias empresariales del nuevo milenio: Sergio Ignacio Soto Mejía.

Tuve el gusto y honor de conocer a Sergio en la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana, donde fui su profesor. Su don de gentes, su carácter y vocación de persona conciliadora, su forma de ser caracterizada por las buenas maneras, fueron un sello indiscutible de su personalidad, visibles desde las aulas universitarias.

Para nosotros no fue sorpresa su llegada a la dirección de Fenalco. Una mente brillante, innovadora, dinámica, con un superior sentido de lo ético y lo profesional, un hombre hacedor de equilibrio, defensor de su gremio y a la vez, del ciudadano corriente. Qué gran acierto de nuestros dirigentes comerciales de principios del siglo XXI y de verdad que no se equivocaron.

Sergio no fue un simple director, fue un líder, un amigo, un compañero, uno de esos discípulos que es orgullo para sus profesores. Dios lo llamó temprano, quiso que compartiera su pascua desde muy pronto. Paz para Sergio Ignacio Soto. Resignación para su familia.

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