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Es absurdo que Antioquia y el Quindío, Risaralda y Caldas no dispongan hoy en día de una conexión carreteable decente y los viajeros tengan que someterse a la incertidumbre y los riesgos de una vía inconclusa como la que trae o lleva por el tramo de La Pintada a La Felisa. Fomentar el turismo seguirá siendo una causa perdida mientras no haya garantías reales de comunicación terrestre entre dos regiones primordiales para el desarrollo de la llamada industria sin chimeneas. Al menos se puede en avión. Armenia y sus alrededores se colmaron de visitantes en el puente que termina hoy. Se ven carros de varias ciudades. Abundan las placas de Medellín y Envigado, por ejemplo. Alabo la paciencia y la resistencia de los paisanos, encantados con las maravillas del paisaje y la gente quindianos. Pero no comprendo, insisto, cómo son tan resignados para emprender un recorrido nada fácil.
Seguimos muy mal conectados en un País Paisa que no renuncia a la tradición andariega. La región podría integrarse en todos los campos y mantener vigentes los vínculos ancestrales. Me consta que para no pocos cuyabros (los cuyabros son los nacidos en Armenia) y nacidos en los otros once municipios de este corazón cafetero del país, Medellín es la gran ciudad colombiana y hasta sostienen que debería ser la capital. En más de medio siglo de docencia universitaria he tenido numerosos alumnos del Quindío, sobresalientes por su disciplina, su consagración al estudio y su bonhomía. Cuando me preguntan qué es lo mejor de esta tierra que me ha acogido como hijo adoptivo, no sólo elogio las maravillas de la vida campesina, los atardeceres y los rumores del follaje de los guaduales, sino, sobre todo, esa rara amabilidad de la gente, esa hospitalidad sin cálculos ni trastiendas y esa convicción de que el optimismo realista nos ayudará a salir como nación de cualquier hora de tinieblas.
Hace algunos años, cuando se me invitó a hablar en el auditorio del Museo Quimbaya sobre cultura y turismo, sugerí que se enfatizara en el ofrecimiento a los visitantes del inmenso patrimonio literario y musical y se uniera al itinerario turístico la riqueza de las novelas, las poesías, los cuentos y las canciones del Quindío. Hay quienes de tiempo atrás estudian, proponen y trabajan por tal propósito, con los auspicios de organizaciones públicas y privadas. En todos los demás aspectos de la planeación y el desarrollo del turismo se ha avanzado. Pero todos esos planes y objetivos se estrellan contra una muralla invisible y formidable, la que sigue separándonos porque las obras de comunicación vial se retrasan y distancian dos regiones hermanadas por los mismos orígenes étnicos y familiares. La sola epopeya de la colonización antioqueña, que no convence a algunos amigos con los que no quiero volver a discutir sobre el tema, es un dinamizador histórico inevitable. Sin embargo, seguimos tan distanciados, tan mal conectados por carretera. Algún día la pesadilla de cada viaje ha de ser un sueño cumplido