x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Todo lo que somos

Yo alguna vez creí que somos lo que somos por el dictamen de nuestros genes. Ahora sé que también somos nuestros padres y sus ausencias, somos el ejemplo que recibimos, somos los profesores que nos tocaron y los amigos y las parejas que elegimos.

19 de enero de 2025
bookmark
  • Todo lo que somos

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Los gritos provenían de un grupo de niños que parecían estar jugando. Los veía a menudo nadando en el mar y en las aguas empozadas del caño, la brisa traía hasta mi hamaca el sonido de sus risas cristalinas. Al rato caí en cuenta de que los gritos no sonaban a juego y entonces miré bien y vi al mayor de ellos agitando con violencia un palo. Corrí tan rápido que alcancé a evitar que siguieran golpeando a un pájaro que, aturdido, saltaba sobre la arena caliente. No era más que un pichón que se había caído del nido. Ni siquiera sabía volar. Los regañé, les pregunté por qué hacían lo que hacían y el muchacho, aún con el palo entre las manos, me contestó riendo: «Porque es un pájaro feo». En realidad era hermoso, con dos ojitos redondos como planetas lejanos y un plumaje brillante aún sin estrenar. Era un pichón de Nyctibius griseus conocido también como pájaro estaca o pájaro bruja por su canto nocturno y aflautado como un gorgoreo o un lamento. Tras regañarlos nuevamente, agarré al pájaro con mi camisa y lo llevé hasta la cabaña, al fondo oía la risa del muchacho, desafiante y burletera.

Al día siguiente el pájaro amaneció muerto. Pronto volvimos a ver al agresor, esta vez, con una pistola de balines, así que decidimos ir hasta al rancho a hablar con su madre. Ella se demoró en entender por qué la estábamos abordando por semejante bobada: «Que son cosas de niños, que un simple pájaro no vale la pena, que quién se preocupa por esas cosas». ¿Usted de verdad está pensando que estamos aquí por el pájaro? –le pregunté–. Estamos aquí porque si alguien a los catorce años es capaz de apalear un animal indefenso, a los dieciocho es capaz de golpear a una persona y a los treinta es capaz de quién sabe qué cosas más graves. De inmediato vi cómo le aguaron los ojos. Esa misma tarde me enteré de que el papá del muchacho estaba en la cárcel acusado de asesinato. La imaginé preguntándose a cuántos animales y personas había golpeado su marido antes de matar a alguien. La imaginé proyectando a su hijo en la figura del padre y buscando salidas mentales para evitar la repetición del patrón. La imaginé lidiando con el problema sola y sin soporte, como todas las mujeres de esta región plagada de padres ausentes e irresponsables.

Yo alguna vez creí que somos lo que somos por el dictamen de nuestros genes. Ahora sé que también somos nuestros padres y sus ausencias, somos el ejemplo que recibimos, somos los profesores que nos tocaron y los amigos y las parejas que elegimos. Somos el barrio, la vereda, las circunstancias que nos rodean. Somos el pájaro y el golpe. Es fácil culpar el muchacho por lo que hizo, lo difícil es aceptar que, en esta sociedad tan desigual y descompuesta, todos cargamos nuestro trozo. Les fallamos a las nuevas generaciones de la misma manera como nos fallaron a nosotros. Y como tampoco hemos sido capaces de romper el patrón, estamos destinados a repetirlo, generación tras generación, hasta que nos cansemos o hasta que todo se vaya al carajo.

Sigue leyendo

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD