x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Los muertos siempre ríen

A menudo veo en redes sociales fotos y videos de conocidos, alumnos o familiares mucho menores que yo y me doy cuenta de que ahora las observo con una mirada de perplejidad que antes no tenía.

23 de febrero de 2025
bookmark
  • Los muertos siempre ríen

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

La alerta salta cuando menos la esperaba: «Su teléfono se está quedando sin espacio de almacenamiento», anuncia. Mi primera reacción es borrar videos. La alerta se silencia unos días al término de los cuales vuelve a saltar. Ahora depuro las fotos, las notas, las apps, los contactos, todo lo que sea factible de depurar. En el barrido me doy cuenta de algo que me deja helada: siete de mis contactos han muerto en los últimos diez años y yo aún conservo sus números telefónicos. Hay algo más: casi todos los muertos son jóvenes. Y, por jóvenes, me aferro a la definición de que son las personas iguales o menores que uno. Me detengo en cada contacto y le dedico un pensamiento antes de borrarlo, antes de ceder a la pulsión de llamar, antes de pensar qué le diría si me contestara. Borrar el contacto de un muerto es una forma de duelo, es aceptar que ya no podrás volver a llamar a esa persona jamás. Aun así, confieso que no los borré todos, conservé un par de ellos, vaya a saber por qué. Con las fotos de los muertos ocurre lo contrario, no te atreves a borrar ninguna, al revés, las atesoras aunque estén desenfocadas, aunque no te favorezcan, aunque el encuadre deje mucho qué desear. Las miras y recuerdas perfectamente dónde estabas y con quién y haciendo qué. Te aterras de la ingenuidad con la que los muertos miran a la cámara, les brillan los ojos, nada en ellos anuncia que les queda poco tiempo. Los muertos siempre ríen en las fotos porque tendemos a tomarlas para inmortalizar momentos felices.

Mis intentos por ganar espacio de almacenamiento terminan dejándome nostálgica. Revivo sentimientos que descubrí en la niñez tras la muerte de mi padre y que olvidé por años a falta de nuevos muertos. Después de los cuarenta la palabra duelo ha vuelto a sobrevolarme y titila sobre mi cabeza como una posibilidad latente. Una pregunta inevitable me asalta: ¿Quién seguirá?

A menudo veo en redes sociales fotos y videos de conocidos, alumnos o familiares mucho menores que yo y me doy cuenta de que ahora las observo con una mirada de perplejidad que antes no tenía. Ellos corren por la playa, nadan en la piscina, coronan la cima de la montaña. Ellos viajan, se abrazan, se besan, bailan. Ellos ríen como si el mundo les perteneciera, como si nada pudiera herirlos, como si el halo de la fatalidad no fuera a apretarlos jamás. Ellos posan escandalosamente jóvenes y vivos mientras que yo sólo pienso: aún no lo saben. Algún día no volverán a estar tan bellos ni tan sanos ni tan felices, no volverán ni siquiera a estar completos y no tienen ni la más mínima idea. Y justo por eso ríen: porque la ingenuidad es encantadora, porque creen que serán jóvenes y eternos, porque sus teléfonos suman contactos cada día y aún no han tenido que borrar ni uno solo, porque pueden mirar sus fotos sin adivinar quién faltará en ellas, porque aún no se preguntan quién será el siguiente.

Sigue leyendo

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD