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La palabra mágica

Es que el agradecimiento no sólo llena, sino que transforma, te vuelve una persona más presente, más luminosa, más magnética, más abrazable.

08 de diciembre de 2024
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  • La palabra mágica

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Hubo una época en la que mis sobrinos eran lo suficientemente niños como para gozar administrando la fila de gente durante las firmas de libros. Luego se interesaron por las dedicatorias y un día me preguntaron por qué siempre era yo la que daba las gracias. A mí no deja de sorprenderme que una persona compre un libro y se lo lea, es decir, que invierta dinero y tiempo en un mundo en donde, justo eso, es lo que a nadie le sobra. ¿Cómo no voy a agradecer?

No sé si alguna vez se han puesto a pensar en lo mágica que es la palabra, gracias. Tan solo siete letras que te pueden cambiar, no solo el día, sino la vida entera. Este es el secreto: mientras más agradeces, más cosas buenas te llegan y mientras más cosas buenas te llegan, más quieres agradecer. La cuestión es que una vez entras al bucle ya no te provoca salir, al contrario, te pones a buscar nuevas razones para prolongarlo.

A mis alumnos, a veces, los pongo a escribir cada noche, un motivo por la cual deberían expresar agradecimiento. La idea detrás del ejercicio es que abran los ojos, que aprendan a mirar con detalle cada cosa que haya hecho mejor su día sin importar lo pequeña que sea. Al final se dan cuenta de que existen más motivos de los que imaginaban. Ya ven, ser agradecido te vuelve una persona más consciente y con mayor presencia en el escenario de tu propia vida. Cuando se ejerce a diario, termina volviéndose un estado mental que, como si fuera un escudo, te protege de mezquindades, egoísmos y envidias.

Piensen en esto: las gracias salen de tu boca, es decir, se las entregas a alguien y en vez de dejarte vacío, te llenan. Te llenas tú cuando dices la palabra y se llena la otra persona cuando la recibe. Si analizas bien, no hay forma de perder siendo agradecido, solo hay ganancias de parte y parte. La próxima vez que le agradezcas a alguien repara, además, en lo siguiente: es imposible dar (o recibir) unas gracias sinceras sin sonreír, sin que se te ablande el gesto, sin que los ojos te brillen. Es que el agradecimiento no solo llena, sino que transforma, te vuelve una persona más presente, más luminosa, más magnética, más abrazable. Tantos beneficios contenidos en una sola palabra, ni el magnesio ofrece tanto.

La semana pasada organizamos un evento de acción de gracias para los lectores. Yo, sinceramente, no creí que me fuera a alcanzar la vida para ver el Teatro Metropolitano, a reventar de personas que, entre otros mil planes de diciembre, decidieron dedicar la noche a la literatura. Después del evento debo de haber pronunciado y escrito la palabra, gracias, al menos, un millón de veces. Yo sé que soy muy exagerada, pero les juro que, esta vez, no estoy exagerando. Y como siempre se puede agradecer, más procedo a hacerlo: gracias, gracias, gracias. Yo solo escribí un libro, el resto lo hicieron ustedes.

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