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La belleza de lo pequeño

El problema no es el hecho de que el cine y la literatura editen las escenas aburridas, mal harían si no lo hicieran. El problema somos nosotros que ya no sabemos vivir sin estímulos constantes.

16 de marzo de 2025
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  • La belleza de lo pequeño

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Una vez vi a dos hombres insultándose, a punto de irse a los puños. Por supuesto disminuí la velocidad y me dispuse a observarlos a una distancia prudente. Uno de ellos comenzó a remangarse la camisa a lo película, mientras que el otro amagaba puños al aire con tanta fuerza que a cada rato perdía el equilibrio y se bamboleaba penosamente como un muñeco hinchable. Estuvieron largos minutos batiendo los brazos sin llegar a impactarse y no por falta de ganas, sino de habilidad. Terminaron doblados sobre sus propias panzas infladas y gelatinosas como flotadores, haciendo desesperados intentos por tomar aire. Yo sólo había visto peleas en la televisión, ya se imaginarán la decepción que sentí. Me carcajeé un rato de la pura pena por ellos. Mi primer pensamiento fue que la industria audiovisual nos ha engañado, nos ha hecho creer que la vida debería estar llena de escenas de acción protagonizadas por personas valientes y hermosas que ni se despeinan después de ser perseguidas por dragones o de manejar motocicletas tan potentes que vuelan. Y ahí estaba yo, frente a dos monigotes repletos de testosterona incapaces de encajar un solo golpe sin quedar boqueando. Fue decepcionante comprobar que la vida real siempre parece más deslucida, más sosa, repleta de escenas de relleno que no interesan, ni siquiera, a aquel que las protagoniza. Con razón nos aburrimos, pensé. Con razón pasamos todo el día frente a una pantalla, intentado olvidar nuestras minúsculas e insignificantes vidas. Con razón exhibimos en redes sociales las pocas escenas medio interesantes que protagonizamos de vez en cuando.

La literatura no es muy diferente. Trama un argumento de forma estratégica para evitar a toda costa que el lector se aburra y cierre el libro. Anais Nim relata que Henry Miller le aconsejaba eliminar lo que no era esencial en la historia de manera que pudiera ofrecer al lector lo que él llamaba «dosis concentradas de vida». Ella reflexionó mucho acerca de ello y un día escribió en su diario: «Es un engaño y causa muchas decepciones. Se leen libros y después se espera a que la vida esté también llena de interés e intensidad. Y claro, no es así. Hay muchos momentos sosos en el medio y también son naturales. Y también son necesarios»

El problema no es el hecho de que el cine y la literatura editen las escenas aburridas, mal harían si no lo hicieran. El problema somos nosotros que ya no sabemos vivir sin estímulos constantes, que confundimos felicidad con euforia cuando la felicidad es todo lo contrario: es calma, es tranquilidad. El problema somos nosotros que ansiamos vidas de película, que olvidamos la importancia de abrazar la aburrición, de entregarnos a ella de vez en cuando aunque sea para tener tiempo de pensar qué ocultamos detrás de esa manía moderna de estar todo el día buscando pequeñeces que nos satisfagan. Confieso que, en toda mi vida, recuerdo haber protagonizado diez, a lo sumo doce escenas realmente cinematográficas, el resto es puro relleno y no me importa. También hay belleza en lo pequeño, el reto es aprender a apreciarla.

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