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Columnistas | PUBLICADO EL 11 octubre 2022

Reducir la desigualdad no es cuestión de empatía

Se ha ido consolidando en la opinión pública latinoamericana la idea de que la discusión sobre la desigualdad es una de sentimientos y buenas intenciones. Bajo esa idea, el mundo está compuesto de dos tipos de personas. Por un lado, están los héroes bondadosos y llenos de empatía que piensan en el bienestar de los demás y quieren hacer a la sociedad justa e igualitaria. Por el otro, está la gran masa de egoístas que están aferrados a sus privilegios y nos mantienen alejados de la sociedad justa e igualitaria que los héroes empáticos quieren. Desde esa perspectiva, entonces, generar una sociedad justa e igualitaria es bastante sencillo. Basta con darle el poder suficiente a los héroes empáticos para que venzan a los egoístas y lleven a cabo sus perfectas políticas distributivas.

Esta perspectiva, incluso en sus versiones más moderadas, está alimentada por un profundo idealismo que la hace ignorar todos los elementos importantes de los retos distributivos reales en una sociedad. Para ilustrar esto, los quiero invitar a que pensemos en las bases de la filosofía moral occidental. Quiero mostrarles cómo David Hume, a mediados del siglo XVIII, comenzaba la reflexión sobre Justicia en su libro Investigación sobre los principios de la moral.

A la hora de pensar cuál es la naturaleza de la Justicia —es decir, cuál es el momento en que una sociedad puede querer conversar respecto a qué tan justa es la distribución de recursos dentro de ella—, Hume propone que reflexionemos sobre qué pasaría si viviéramos en un mundo de completa afluencia, donde todos los bienes materiales abundaran tanto como el aire o la luz del sol. En este caso, de la misma forma en la que no nos preocupa que algunos respiren más o reciban más horas de sol que otros, tampoco nos importaría mucho la distribución final de ningún otro recurso si todos ellos fueran completamente abundantes. Es decir, en un mundo de completa afluencia, tanto los héroes bondadosos como las masas de egoístas estarían despreocupados por la cuestión de la desigualdad.

De forma similar, Hume propone reflexionar sobre qué pasaría si viviéramos en un mundo de completa miseria, donde el acceso a cada migajilla de todo recurso representara la diferencia entre la vida y la muerte. En este contexto, los deseos de supervivencia dominarían la conversación y tanto los héroes bondadosos como las masas de egoístas estarían despreocupados por la desigualdad.

Esto señala que la equidad es un problema que surge exclusivamente en contextos de escasez moderada. Es solo en contextos donde no se le puede dar algo a alguien sin afectar a otra persona donde las reflexiones sobre desigualdad importan. No solo esto: es solo en contextos donde uno no es profundamente afectado por la redistribución donde la discusión sobre desigualdad es valiosa.

Entonces, en todo contexto en que importa, discutir sobre desigualdad al nivel de la acción colectiva —y esto quiere decir que estoy dejando de lado actos privados como la caridad y la filantropía— exige pensar en a qué tercero se quiere lastimar para poder beneficiar a otro tercero. Esta es una reflexión moral de la mayor complejidad y no tiene nada que ver con la empatía de la que uno goza, ya que no es una reflexión sobre el bienestar propio versus el bienestar de otros.

Además de esto, identificar que la escasez es el corazón mismo de la preocupación por la desigualdad permite observar que no es posible separar la discusión distributiva de la discusión sobre la generación de recursos. Toda política distributiva debe tener en cuenta sus implicaciones sobre los incentivos en la generación de riqueza. Las políticas que generan mayor escasez, normalmente, no hacen más que profundizar el malestar alrededor de la desigualdad.

Así las cosas, no es posible tener una discusión realista y honesta sobre desigualdad sin enfrentar grandes retos prácticos y profundos dilemas morales. Quienes venden recetas sencillas para reducir la desigualdad, sobre todo aquellos que aluden a la empatía como respuesta, suelen ser personas que planean usar el dinero de otros para llevarse ellos los méritos a nombre propio. Y cuesta pensar en formas más deplorables de egoísmo que la búsqueda de gloria individual, aduciendo generosidad y desinterés, pero dejándole a otros el pago de las consecuencias 

Javier Mejía Cubillos

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