Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Se ha dado una gran especulación en los medios de comunicación y agencias internacionales a propósito de la guerra en Ucrania, acerca de una eventual –inminente denominan algunos– guerra nuclear o el inicio de la ‘tercera guerra mundial’. Lo anterior ligado a tres acontecimientos: uno, la derrota de los demócratas en las elecciones norteamericanas y la inminencia del inicio del segundo mandato de Donald Trump; dos, la autorización del presidente norteamericano Biden al gobierno de Ucrania para utilizar los misiles norteamericanos supersónicos ATACMS de alcance intermedio –300 kilómetros–; tres, la introducción por el presidente Putin de algunos cambios o precisiones sobre la doctrina de disuasión nuclear –esencialmente enviándole un mensaje a la OTAN de que si hay un mayor involucramiento en la ayuda a Ucrania podrían ser considerados potenciales objetivos militares–.
Sin embargo, los elementos de análisis que están disponibles no permiten derivar de allí que efectivamente estemos ad portas de un escalamiento del conflicto bélico en esa región o a nivel global. En primer lugar, porque durante todo este período en que Putin lidero la invasión a zonas de Ucrania –consideradas por ellos de mayoritaria población y afinidades pro-rusas–, la doctrina que ha primado es mantener una cierta ‘disuasión nuclear implícita’ entre las dos potencias nucleares más importantes del mundo, la Federación Rusa y los Estados Unidos –los demás Estados, incluyendo China que es una gran potencia económica, están muy distantes en capacidad militar y nuclear–, en cierto sentido asimilable, aunque con un sentido político diferente, al ‘equilibrio del terror’ o la ‘disuasión mutua asegurada’, propia del período de la Guerra Fría. En segundo lugar, porque si bien Putin, inspirado en doctrinas históricas derivadas del imperio zarista de un lado y de la influencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que ambas consideran prioritario recomponer las bases y el prestigio del viejo imperio ruso de siglos pasados; sin embargo, Vladimir Putin sabe que eso requiere andar con cuidado y sin ir más allá de lo viable. En tercer lugar, porque si bien la Federación Rusa cuenta con una capacidad militar y nuclear equiparable a la norteamericana, ellos saben que el gran ‘talón de Aquiles’ es la debilidad de su economía y en ese sentido conocen muy bien que una guerra no se resuelve solamente con una capacidad en lo militar, sino que requiere una economía que pueda soportar el esfuerzo bélico.
Pero, adicionalmente, Putin sabe muy bien que la real preocupación de Estados Unidos y del elegido presidente Donald Trump es China, a quien consideran su verdadero rival, por su capacidad económica y la incidencia que puede llegar a consolidar en el sudeste asiático y a nivel global. Es más, la estrategia norteamericana parece ser acercarse a la Federación Rusa –esto es Trump a Putin– y lograr o intentar neutralizar la alianza China-Rusia, que sí es preocupante para los norteamericanos.
Todo esto en un contexto político caracterizado por el próximo inicio del segundo mandato de Trump, un presidente que llega fortalecido por el apoyo amplio que logró en su elección de noviembre y con la decisión de actuar para una salida política al conflicto de Ucrania.