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Estoy convencido de que es solamente a través de una conversación diferenciada, y con la construcción de escenarios complementarios de intercambio entre hombres y mujeres que podremos identificar las fortalezas mutuas.
Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com
Asistí la semana pasada al lanzamiento de un proyecto liderado por el Centro de Excelencia en Gobierno Corporativo (CEGC) del Colegio de Estudios Superiores de Administración (CESA), y por otro grupo de empresas, enfocado en seguir contribuyendo por tantas vías como hagan falta para promover un ambiente equitativo entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, y particularmente en los altos niveles organizacionales. El proyecto, denominado Proyecto H, busca “generar conciencia sobre la responsabilidad del hombre en el tema de la equidad de género”.
Durante todo el curso del evento, diferentes líderes empresariales masculinos hablaron sobre su comprensión particular de esta problemática, plantearon sus puntos de vista sobre su percepción asociada a la ocurrencia aún de prácticas sexistas (y particularmente machistas) en los ambientes laborales, y dieron cuenta también de iniciativas concretas que desde su propio rol desarrollan, para cumplir con el mismo objetivo de este programa.
Muchos aspectos me resultaron atractivos del proyecto. Destaco, por ejemplo, que el enfoque del proyecto inicie por provocar conversaciones activas que conduzcan a que todos los hombres y mujeres de la región y del mundo, algún día, juguemos en una cancha realmente nivelada; y por sobre todo, destaco el hecho llamativo de que no haya sido una conversación con hombres y mujeres en simultánea, sino un ejercicio que surge en paralelo a otras iniciativas enfocadas en mujeres, y tendientes a la finalidad de desembocar en una conversación conjunta.
Hablar de la importancia de la equidad de género en escenarios segregados bajo éste mismo criterio, a juicio, de algunos puede resultar una contradicción. Desde mi punto de vista, estoy convencido de que es solamente a través de una conversación diferenciada (masculina/femenina), y con la construcción de escenarios complementarios de intercambio entre hombres y mujeres que podremos identificar las fortalezas mutuas y particulares que tienen ambos en función de sus propias características biológicas, y que al provocar sinergias resultan en una combinación virtuosa tendiente a producir avances en un contexto que lo necesita. Por pensar que la sola mezcla de individuos de ambos géneros resuelve o previene conductas asociadas a la inequidad, en ocasiones perdemos nuestra verdadera noción sobre la diferencia, y su valor. Diferenciar las conversaciones con el ánimo de cultivar un terreno en el que eventualmente podamos construir una única conversación es, en cambio, el mejor escenario para provocar avances reales.
Involucrarse de manera activa en estas conversaciones, y asumir la responsabilidad de ejercer tantas acciones afirmativas como sea posible por avanzar en lo que nos corresponde, es un camino obligado para los hombres. Es cierto que por la vía netamente racional de atacar estas problemáticas, dejando de lado la necesidad de aportar miradas desde la conciencia y la emoción discernida, no encontraremos un camino mejor al que tenemos hoy. Y es cierto también que, si las conversaciones con hombres y mujeres sobre estos temas hacen parte de un itinerario tendiente a avanzar en la generación de conciencia por caminos temporalmente separados, pero tendientes a convertirse en una sola conversación, podremos ir viendo progresivamente escenarios realmente equitativos y enriquecedores.