Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 03 marzo 2019

“¿Por qué miraS la astilla De tu hermano en el ojo (...)”

Por Hermann Rodriguez O. S.J.

hermann.rodriguez@javeriana.edu.co

Es muy bien sabido que somos muy buenos jueces de las causas ajenas y muy malos jueces de las propias. Vemos mejor la fachada del vecino que la nuestra. Estamos tan acostumbrados a mirarnos a nosotros mismos, que no notamos los cambios que vamos sufriendo. Como decía Jesús, vemos con mucha claridad la pelusa que tiene nuestro prójimo en su ojo, pero no vemos la viga que tenemos en el nuestro.

De esta condición de nuestra forma de conocer la realidad, se vale el pecado para engañarnos y hacernos jueces de la vida de los demás. Cuando San Ignacio de Loyola pensó en los Ejercicios Espirituales, como instrumento para quitar de las personas todos los impedimentos que ponemos a la voluntad de Dios, tuvo en cuenta esta condición de nuestro acceso a la realidad. Por esto, le dio mucha importancia al acompañamiento que el ejercitante necesita en su proceso. No podemos adentrarnos en una experiencia espiritual, sin tener alguien con quien confrontar lo que vamos viviendo. Si caminamos solos, es muy posible que nos engañemos a nosotros mismos y terminemos en un lugar al que no queríamos ir.

Aconsejan los doctores, que es mejor no hacer este tipo de experiencias, que hacerlas sin un maestro que nos acompañe. Esta es la mejor manera de sacar la viga que tenemos en nuestro ojo, de manera que podamos ayudar a los demás a quitar la pelusa que ellos tienen en el suyo. Por eso, antes de juzgar a los demás, miremos hacia nuestro propio interior y reconozcamos lo que necesitamos cambiar nosotros mismos, antes de decirles a los demás lo que deben corregir.

Pienso que un pequeño texto que se ofrece como introducción a un libro de psicología que se llama , “Por favor, entiéndeme”, puede ayudarnos en esta tarea:

• Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos. • Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista. • O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tú consideras mejor, déjame ser. • No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mi una copia tuya.

• Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día. No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos.

Si quiere más información:

.