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Columnistas | PUBLICADO EL 27 abril 2022

Por Ana Cristina Restrepo Jiménez - redaccion@elcolombiano.com.co

Gaby tiene 14 años, sufrió acoso por parte de un compañero del colegio; lo denunció, pero no obtuvo una respuesta significativa.

¿Cómo proceder cuando confluyen diversas formas de abuso? ¿O si una misma persona ejerce acoso sexual y bullying escolar? Si hablamos de menores, ¿cómo rescatar a víctima y victimario recuperando el carácter protector de las instituciones educativas (I. E.)?

Gaby* tiene catorce años, cursa noveno, hace una semana se retiró de la I. E. Alejandro Vélez Barrientos, de Envigado, donde estudiaba desde transición.

Maicol* está repitiendo año, y a Gaby le incomodaba su presencia: “Todo empezó con miradas, no le prestaba atención. De un día para otro, me tocaba la cintura, mi cadera [...], se paraba en frente mío, se manoseaba su miembro. Yo no miraba”. En los recesos de clase, sin profesores al acecho, o en los patios, la apretaba con fuerza contra su cuerpo.

Tan pronto supo que otra niña padecía el acoso, Gaby denunció. Desde enero, le contó al director de grupo, Orlando Suaza; también habló con dos profesoras, quienes le recomendaron acudir al coordinador académico, Wyllmar Castañeda. Lo hizo, sin obtener respuesta significativa (ni Castañeda ni el rector (e), Juan Carlos Upegui, me concedieron entrevista, tampoco la secretaria de las Mujeres, Jennifer Quintero: me remitieron al secretario de Educación de Envigado, Juan Gabriel Vélez).

Buscó refugio en la orientadora escolar, Clara Barrera (nunca respondió mis mensajes de WhatsApp), quien prometió que le enseñaría “a poner límites, cómo decir ‘No’”. Gaby replicó: “Yo le decía que no me tocara, ¡no es mi culpa!”. Hay testigos del comportamiento de Maicol.

“Cuando estaba de jumper, me intentaba meter la mano”. Gaby abandonó el uniforme de gala, solo usaba sudaderas.

El 10 de marzo todo empeoró. Un video de la cámara de la cancha de básquetbol sería la prueba: “Me ahorcó, me dejó acá roja [señala su cuello]”. El coordinador le explicó que cada tres días la cámara se actualizaba, borraba todo. Ana, su madre, activó el código Fucsia en un hospital.*

¿Siguieron el conducto regular? “Son procesos muy demorados, ¡esperan que a uno lo violen!”, asegura Gaby. Después de tres meses, el rector les recomendó denunciar en la Fiscalía. Así lo hicieron.

Las alumnas de once desplegaron un plantón.

Por temor, dejó de ir dos semanas al colegio. Ningún profesor le encomendó tareas. El secretario de Educación dijo en Blu Radio “que no se trataba de desescolarización”. De inmediato le mandaron las guías.

Ana y los padres de Maicol se han reunido en la I. E.

Cuenta Gaby que recibía orientación sexual escolar solo en conferencias esporádicas e incómodas sesiones de Biología: los gais, lesbianas, personas no binarias y transgénero son blanco de bullying en su colegio.

El ímpetu de Ana logró que Gaby fuera atendida en la línea 123, por el CTI, el Icbf y la Defensoría del Pueblo. La primera dama de Envigado la ingresó al programa Jugar para sanar.

Gaby padece crisis de ansiedad, ataques de pánico, pierde el conocimiento. Pronto ingresará a un colegio privado.

Maicol, cuya necesidad de orientación es urgente, permanece en la misma I. E.  * Fuentes protegidas

Ana Cristina Restrepo Jiménez

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