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Quienes recurren a la prensa, radio y televisión adquieren una información de la realidad diferente a la de quienes la reciben vía trinos del presidente, que da su propia versión de lo que ocurre.
Por Armando Estrada Villa - redaccion@elcolombiano.com.co
La política es una de las dimensiones básicas de toda sociedad. Como tal, se manifiesta en las situaciones en que existen conflictos por intereses encontrados o por valores y actitudes distintos. Abarca procesos de negociación, disputas, amenazas francas o encubiertas, debates, recompensas posibles, disensiones y acuerdos entre las partes que la practican. Las movilizaciones populares constituyen una forma política de expresar quejas o presionar reformas que se estiman necesarias. Antes, entre nosotros las movilizaciones tenían carácter contestatario en contra de los gobiernos de turno. En la actualidad, las hay de protesta, de respaldo y de presión, en un ambiente de creciente politización y polarización.
La politización significa la transformación de un asunto o un ámbito que no es político en uno político. La calle que es un espacio no político por excelencia, pues es de todos y para todos, se ha convertido en político. Por eso, la calle es el escenario donde se miden las fuerzas que apoyan el cambio social prometido por el presidente Petro y también, bajo el imperativo de rechazar esa pretensión de cambio, la ocupan partidos y grupos de oposición.
Politización que se manifiesta con los llamados del presidente para que el pueblo salga a presionar al Congreso para que apruebe sus reformas a la salud, laboral y de pensiones y el llamado de sus contradictores también al pueblo para que se tome la calle en contra de esas propuestas. Politización que se refleja igualmente en los medios de comunicación y en las redes sociales. Quienes recurren a la prensa, radio y televisión adquieren una información de la realidad diferente a la de quienes la reciben vía trinos del presidente, que da su propia versión de lo que ocurre, y de paso descalifica periódicos y emisoras. Politización que igualmente se evidencia con movilizaciones y contra movilizaciones como se vio con la toma del capitolio por indígenas en respaldo al plan de desarrollo y de las reservas militares y policiales en contra del gobierno en la Plaza de Bolívar.
La calle, espacio público por antonomasia, se ha convertido en instrumento apto para respaldar o atacar, elogiar o criticar los proyectos, razón por la cual el presidente Petro invita a sus bases, parte del pueblo, a apoyar en la calle sus reformas, y la oposición a ellas, también parte del pueblo, se toma la calle para impugnarlas.
Urge reconocer que la politización de la calle y de la vida cotidiana tiene riesgos, pues paraliza o entorpece el desenvolvimiento normal de la sociedad y suele generar enfrentamientos no solo verbales, sino violentos, aún dentro de las mismas familias, ya que al polarizarse cada bando considera que tiene razón y no hay entre ellos puntos de contacto que les permitan conversar y tratar de alcanzar consensos.
No puede olvidarse que en democracia sus principales actores tienen tiempo y espacio definido para actuar. El pueblo, depositario de la soberanía, ejerce su poder cuando vota plebiscitos, referendos y elige el ejecutivo y el legislativo; el ejecutivo cuando emplea sus atributos para presentar y defender proyectos de reforma constitucional y de leyes, y el legislativo cuando en uso de sus facultades estudia, reforma, aprueba o niega los proyectos del gobierno. Estamos ahora en el tiempo del Congreso y debe dársele la oportunidad y tiempo para que analice, discuta y decida, con oídos atentos al clamor ciudadano y ojalá sin mermelada de por medio. .