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Hay Festival de goles

Viendo las transmisiones me sentí en los peladeros de Aranjuez detrás del cuero. En cada uno de los pelados veía la figura de Caliche, el hombre que parecía un domingo. Asombraba con su arte en la cancha sagrada de la escuela José Eusebio Caro.

23 de enero de 2025
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  • Hay Festival de goles

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

El eterno femenino, encarnado en el equipo Formas Íntimas, y el fugaz masculino, representado en el Envigado, fueron los campeones del Baby Fútbol que se jugó en Medellín para recibir al flamante 2025.

Este Hay Festival deportivo anual reunió 8.900 deportistas de seis países que compitieron por la fugaz inmortalidad en 27 disciplinas. Hip, hip, hurra, por el semillero de deportistas menudos patrocinados por Comfenalco, el Inder y la Alcaldía... Los asistentes les dejaron platica como arroz a los comerciantes.

Telemedellín y Teleantioquia transmitieron. Que el dios del fútbol mantenga a rebosar de pan y vino la mesa de los locutores y del profe Peláez que hablaban de los pelados como si aludieran a James Rodríguez o a Lucho Díaz.

Tengo apuntados en un papelito nombres de deportistas que escribirán la historia más tarde: Keila Hernández y Juan Estaban Salas, autores de los goles que hicieron campeones a sus equipos.

Viendo jugar fútbol en la Marte recordamos esa segunda patria llamada infancia. (El fútbol de las Martes era el aperitivo de los partidos en el estadio bautizado en memoria del prócer Manuel Atanasio Girardot Díaz, simplemente Atanasio Girardot).

En la forma de jugar se notaba que los chicos han capado clases de lo lindo para lograr intimidad con el útil. En el corazón de los pequeños ronca la ilusión de llegar a la profesional. “El sueño del Pibe”, del que habla el tango.

Viendo las transmisiones me sentí en los peladeros de Aranjuez detrás del cuero. En cada uno de los pelados veía la figura de Caliche, el hombre que parecía un domingo. Asombraba con su arte en la cancha sagrada de la escuela José Eusebio Caro.

En la tribuna, los padres hacían fuerza hasta herniarse. Allí estaban la tía que le regaló a su sobrina los primeros acostumbradores, la primera o la última novia, el tendero que fía al final de la quincena. Algunos jugadores eran pequeños que acababan de desertar del tetero o de los pañales para vestirse de cortos. Terminado el partido iban a dar a la tierra prometida de mamá para recibir el beso con babas de felicitación, o la metáfora precisa para olvidar la derrota.

Los entrenadores estaban prestos a imitar a mi entrenador Martín Uribe, de Envigado, quien lloraba de felicidad en los triunfos, o nos regalaba o alquilaba lágrimas en las derrotas.

Hace unos años pillé en una final del Baby Fútbol al maestro Alexis García quien vio “la luz en el barrio La Floresta, de Medellín, donde conocí del fútbol y de la vida”. Sabía de qué hablaba. Como lo sabía el novelista español Javier Marías para quien el fútbol es la recuperación semanal de la infancia.

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