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Columnistas | PUBLICADO EL 24 octubre 2020

Nuestra canción originaria

Por Aldo Civicoaldo@aldocivico.com

¿Cuál es el cambio más grande que has notado durante estos últimos meses en tu entorno más inmediato? Me preguntó a quemarropa Juan Esteban, mientras nos tomábamos una aromática con los tapabocas colgando de una oreja. Me quedé en silencio durante unos segundos, buscando en mi interior la respuesta. Pensé en algunos amigos y también pensé en mí; ¿cómo he cambiado yo durante estos últimos meses? En el fondo, ¡yo soy el ser más inmediato a mí mismo! En un escaneo rápido para encontrar una respuesta adecuada a una pregunta relevante, se me vino a la mente el rito que las mujeres de una isla en Togo practican con la madre de un bebé recién nacido.

Las mujeres llevan la madre con su niño al bosque, reuniéndose junto al espíritu recién llegado. Se sientan con este bebé, sintiendo el espíritu único de esta nueva vida, y en un momento dado una de ellas empieza a emitir un sonido musical. Otra mujer se une, y después otra más, y de esta manera la comunidad crea una canción para ese bebé. La canción es completamente única, solo para ese bebé. A lo largo de su vida, en los cumpleaños y otros rituales, las mujeres se juntan y cantan la canción. Si el niño hace algo malo o se enferma, en lugar de castigarlo o darle medicamentos, las mujeres se reúnen a su alrededor y cantan la canción para recordarle quién es. De modo que la canción se convierte en una manera de apoyar el viaje de ese ser a lo largo de su vida. Cuando la persona muere, la comunidad canta la canción por última vez y después ya no se vuelve a cantar más.

Recordando esta bonita tradición, le dije a Juan Esteban que he venido observando en mí y en mi entorno más inmediato un dejar de vivir la vida en automático y en cambio pasar a conducirla en manual; que de manera más consciente nos hacemos preguntas sobre el sentido de la vida, redescubriendo quizás el poder que tenemos, en cualquier circunstancia, de darle significado a nuestra existencia. La incertidumbre que la pandemia nos está causando, nos obliga a repensar el para qué, el propósito de nuestro vivir; a recordarnos de nuestro canto original, de nuestro espíritu.

También he notado que muchos hemos redescubierto la importancia de tener guardianes a nuestro alrededor, que nos acompañen y que nos recuerden nuestra esencia, justo en un momento cruel, cuando estamos rodeados de fuerzas contrarias que nos quieren hacer olvidar de nuestra melodía original. Han sido preciosos los instantes de conversación auténtica con familiares y amigos, con algunos de los cuales, en mi caso, no hablaba desde hace varios años. A veces ha sido suficiente la mirada de unos de estos guardianes para recordar aquella canción que nos despierta de las ilusiones de una modernidad que nos hacía pensar invulnerables, infalibles, inmortales. Te pregunto: ¿Te ha pasado también a ti recientemente, como me ha pasado a mí, el reconocerte en la mirada de un amigo guardián?.

Aldo Civico

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