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Nos creen estúpidos

Tienen la cara dura por su cinismo. No hay rasero con el cual se les pueda medir porque lo que ayer fue bueno si lo hicieron ellos, hoy es malo porque lo hacen otros. El grueso de su discurso es insustancial así que cuando pasan a la acción no hay un norte claro.

26 de julio de 2023
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  • Nos creen estúpidos

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

Lo primero es el lenguaje. Uno pobre, limitado en las formas y en el fondo, poco articulado y lleno de rabia. Porque hablan con violencia que disfrazan de indignación y luego sueltan toda su ira. Esperan que eso les dé votos. No hay una sola idea nueva. Repiten los lugares comunes del dirigente incapaz. Cuando son oposición, tras haber gobernado por décadas, no se responsabilizan por nada de lo que hicieron. Cuando están en la silla del poder, después de haberse rasgado las camisas en sus épocas de opositores, refrendan los mismos comportamientos que una vez condenaron.

Tienen la cara dura por su cinismo. No hay rasero con el cual se les pueda medir porque lo que ayer fue bueno si lo hicieron ellos, hoy es malo porque lo hacen otros. El grueso de su discurso es insustancial así que cuando pasan a la acción no hay un norte claro. Son incapaces de frenar un poco, bajar revoluciones y pensar. El valor supremo - el dios al que le rezan - es la inmediatez y luego confían en nuestro olvido. Quieren ser protagonistas en los micrófonos, trinar en las redes, ver su foto en el diario. No importa si lo que se dice, como resulta ser en la gran mayoría de los casos, es una necedad.

Son los políticos nuestros, pero también los de Estados Unidos y los de España. Los de Argentina y los de México y los de Brasil. Son una vergüenza. Hablan de temas que no entienden como si fueran expertos y, con pose de prepotencia, explican por igual el precio del dólar o el origen de nuestra violencia. Si el peso se devalúa es culpa del gobernante y si gana valor, no hay mérito que reconocer. Nos tratan como estúpidos y así nos valoran. A cada ciudadano se le ve como una espalda más sobre la cual pueden ascender hacia los cargos que los harán millonarios.

Todo esto sonará a queja melancólica. A grito nostálgico acerca de un pasado que fue mejor y al que tendríamos que retornar. Quizá ese pasado tampoco exista. Hace cinco décadas o diez transitaron los mismos senderos del Estado personajes despreciables que engañaban y manipulaban y robaban. Sin embargo, es indudable que ahora los encargados de representar al pueblo, o aquellos que aspiran a serlo, nos mienten de frente sin preocuparse por las consecuencias. La grieta que divide a unos de otros, a izquierdas de derechas, se amplía de tal forma que es la ira la que conduce a los votantes. “Podría dispararle a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, dijo Donald Trump hace siete años. Tenía razón entonces y la sigue teniendo hoy.

Porque no les importa el bienestar de su nación ni la ley ni la verdad. Les importa llegar al poder y una vez allí gobernar para ellos y los suyos. Si consideraron estúpido al pueblo cuando necesitaban sus votos lo considerarán más estúpido cuando lo dirijan. .

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