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Columnistas | PUBLICADO EL 05 noviembre 2021

No tienes que esperar al metaverso: ya vives en el futuro

Por KIKO LLANERAS

Esta semana el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, anunció que su compañía va a construir el Metaverso, un internet inmersivo, que es un mito del futurismo de los años noventa. Cuando la red todavía era una idea confusa, a menudo imaginábamos que sería así: una realidad virtual en 3D, no algo que miras en una pantalla, sino un lugar al que “entras” con un avatar. Si nuestros ordenadores usaban la metáfora del escritorio, internet usaría la metáfora del universo paralelo.

Luego internet tomó una forma más convencional, la del teléfono con pantalla. El metaverso que proponen Zuckerberg y otros me despierta dudas, porque no sé si será práctico ni sano. Pero también me produce nostalgia. Después del anuncio, pensé que 2022 no está a la altura de lo que esperábamos del futuro.

Pero es un error sentirnos estafados, porque sí vivimos en el futuro. No llega en la forma prevista, pero nos rodea. Cuesta darse cuenta porque te alcanza poco a poco.

Estos días, hay un volcán en erupción en La Palma que cada noche es sobrevolado por un satélite, que envía las imágenes que a la mañana siguiente puedes ver en el periódico, sin salir de la cama.

El año pasado se desarrolló una vacuna con ingeniería genética contra un virus emergente. El principio de esa vacuna existió en laboratorios casi al mismo tiempo en que el virus nos alcanzaba. No han pasado dos años y hemos vacunado a media población mundial.

Y hay transformaciones. Una elección central en la vida de millones de personas se hace de una forma nueva: ahora la mitad de las parejas se conocen por internet. Será mejor o peor, pero es distinto.

La información ha dejado de ser un bien escaso. Ahora lo escaso es la atención.

Por encima de todo está el vértigo de lo que pasa en tu teléfono. No hace mucho, las personas que vivían lejos de su familia hacían una llamada semanal y colgaban deprisa porque costaba dinero. No era raro ver gente que se despedía llorando. Ahora usas tu móvil para saber de tus padres, pero también para hacer mil cosas: para llegar de un sitio a otro, para entretenerte, para escuchar un podcast mientras planchas, para conocer sobrinos, para cocinar y hasta para discutir con desconocidos.

Pero no quiero sonar como un total tecno-optimista, porque también son futuristas nuestros problemas. Los adultos pasamos tres o cuatro horas diarias conectados al móvil, y eso nos preocupa con razón: ¿Qué le hace a nuestro cerebro esa simbiosis? O piensen en el gran acontecimiento de esta semana: se está celebrando una reunión de líderes mundiales para tratar de impedir que el planeta acabe siendo inhabitable.

El futuro llega y hay cosas que cambian.

Debemos aceptar, no obstante, que otras seguirán siendo parecidas. Si las personas tenemos un impulso tribal, por decir algo, no es raro que acabemos montando tribus en internet, aunque en teoría podríamos conversar con gente superdiversa. Nuestra naturaleza impone límites: las personas queremos dos cosas al mismo tiempo, aunque sea imposible; y nos cuesta sentirnos muy felices durante mucho tiempo, por muy bien que nos vaya. En el Metaverso seguirá siendo así. Puede que sea útil o divertido reunirnos en un mundo paralelo, pero cabe dudar de su poder: si estás triste una mañana lluviosa, podrás cambiar la lluvia por un sol virtual, ¿pero no seguirás triste?

Si quiere más información:

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