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Columnistas | PUBLICADO EL 28 mayo 2015

No es tiempo de callar

PorLuis ANDRÉS Fajardo A. *andres.fajardo@me.com

Con un valiente gesto, digno de seguir por la sociedad, la periodista Jineth Bedoya ha convertido su tragedia personal en una herramienta para luchar contra la violencia de género, para sacar esos crímenes de la invisibilidad y para lograr que las instituciones del Estado se concentren en combatir este flagelo.

Su voz ha llegado a las oscuras esquinas donde la ignorancia y la indiferencia habían construido sus refugios, y ese ejemplo de vida les ha dado el valor a muchas mujeres, adolescentes y niñas que hoy sienten que sus denuncias no están condenadas a caer en el fondo de ese pozo del olvido que se llama impunidad.

Gracias a Jineth Bedoya y a otras lideresas, así como a quienes las han escuchado y han puesto su voluntad en ello, las instituciones del Estado están transformándose.

Esta semana 815 militares habrán sido certificados en “no violencia contra la mujer”. La Fiscalía está haciendo grandes esfuerzos por capacitarse y actualizar sus medios de investigación para responder a este flagelo y en general las instituciones del Estado se han consagrado a esta tarea.

Con estos buenos resultados, ahora el reto es trabajar por erradicar la violencia contra la mujer proveniente de los grupos armados ilegales.

En las Farc, el Eln o las mal llamadas bacrim, la violencia de género es una cuestión cotidiana.

Las niñas, adolescentes y mujeres que -generalmente por reclutamiento forzado- hacen parte de sus filas, son sometidas diariamente a vejaciones que atentan contra su libertad y dignidad sexual.

Desde los 12 años son obligadas a usar métodos anticonceptivos, a acostarse con sus jefes y compañeros, a abortar, a prostituirse e incluso a ser esterilizadas.

En los últimos años se habla del secuestro express por parte de grupos armados en Antioquia y Chocó, que consiste en secuestrar a una niña por una o dos semanas mientras la violan todos los miembros del grupo y luego la devuelven a su casa, en muchos casos con VIH o con sífilis y advierten a sus madres que si denuncian, las matan.

Es una tragedia diaria con miles de víctimas pero escasas denuncias y cero sentencias, porque quien está haciendo parte de las filas de estos grupos no tiene la opción de denunciar y si la tiene, sabe que puede costarle la vida o piensa que su caso no le importa al Estado.

La violencia contra la mujer es siempre algo grave, pero lo es aún más cuando se da en el contexto y en razón del conflicto armado.

No es tiempo de callar, no es tiempo de dejar que el miedo a la guerra nos haga mentir y decir que no ha pasado nada, que las víctimas no lo fueron, y que el crimen no fue tan grave.

La única forma de construir la paz es a través de la verdad, de la denuncia y de la justicia. La única forma de mejorar como sociedad es trabajar por la igualdad. Pero la igualdad no existe si es únicamente para las mujeres que están en las ciudades, también es para aquellas mujeres que son victimizadas a diario en las filas de los grupos que no solo les robaron su niñez, sino que también les han cercenado su dignidad.

* Director del Departamento de Derechos Humanos y DIH de la Universidad Sergio Arboleda.

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