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Columnistas | PUBLICADO EL 06 enero 2023

Ni “paz” ni “total”

A Petro parece importarle mucho más lo que dice que lo que logra hacer. Por fortuna, porque quién sabe el abismo en el que estaríamos si tuviera la capacidad de materializar todo lo que se imagina.

Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com

“Hemos acordado un cese bilateral con el ELN, la Segunda Marquetalia, el Estado Mayor Central, las AGC y las Autodefensas de la Sierra Nevada desde el 1 de enero hasta el 30 de junio de 2023, prorrogable según los avances en las negociaciones. La paz total será una realidad.”

Esto es lo que publicó, textualmente, el presidente Gustavo Petro en su cuenta de Twitter el pasado 31 de diciembre. Anunció un acuerdo, no lanzó una propuesta.

El mismo ELN salió el martes a desmentir la existencia de tal acuerdo. Además, según reportó la revista Cambio, algunos de los militares se enteraron del cese al fuego por el trino del presidente Petro y no por comunicación oficial. Ni los militares ni el ELN. ¿Con quién entonces? Si hasta decreto había.

Un comunicado oficial sacado el mismo martes por el jefe negociador del Gobierno con el ELN, Otty Patiño, dejó clara la improvisación detrás de un tema tan delicado. A pesar de que el anuncio del presidente habló explícitamente de haber “acordado”, ahora el jefe negociador – acompañado de voces afines al Gobierno – empezó a hablar del cese bilateral como una propuesta para “abreviar los tiempos de la negociación y estimular al máximo los espacios de la negociación política”. Con el ridículo adicional de tratar de matizar la mentira y el posterior desplante como una victoria: “celebro entonces también la decisión del ELN de examinar los términos que hagan posible un acuerdo de cese al fuego en el próximo ciclo de diálogos”, leía el pusilánime comunicado del jefe negociador.

El Gobierno Petro no solo estaba entregando las concesiones antes de obtener los compromisos por parte del ELN, sino que además, en el camino, estaba suspendiendo unilateralmente la vigencia de la ley en buena parte del país. Un falso positivo en el afán de mostrar resultados que ahora queda expuesto como una improvisación con consecuencias reales para la moral de las fuerzas militares y la seguridad nacional.

Quedamos con el daño colateral de que ahora Petro necesita mucho más que antes el cese bilateral con el ELN, por lo que seguramente su precio aumentó: durante la negociación las contrapartes saben que le pueden sacar al Gobierno mucho más a cambio. Por culpa de la improvisación, lograr el cese bilateral se volvió “mucho más caro”.

Apenas comienza el 2023 y ya Petro tiene su “silla vacía” à- la-Pastrana. La enigmática “paz total”, la misteriosa apuesta prioritaria de este gobierno, seguramente ni será ni “paz” ni será “total”. Lo que sí continuará siendo, muy à- la-Petro, es una narrativa pomposa que se queda en la inacción, pero que mantiene al presidente donde su espíritu juvenil revolucionario lo hace sentir más cómodo: en la retórica y el simbolismo, lo único que sabe ejecutar bien. La “paz total” es, ante todo, mediocre. Nadie sabe qué es, y esa es precisamente su bondad a los ojos del presidente.

A Petro parece importarle mucho más lo que dice que lo que logra hacer. Por fortuna, porque quién sabe el abismo en el que estaríamos si tuviera la capacidad de materializar todo lo que se imagina. Mejor el despelote. Pero cuidado, que todo ese despelote no es gratis: así sea preferible su incapacidad, esta no deja de tener consecuencias. Y así como se ve en la “paz total”, se seguirá viendo en todo. Prepárese: que quedan 3 años – sino más – de la misma dinámica...

David González Escobar

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