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Columnistas | PUBLICADO EL 30 enero 2022

Morir de indiferencia

Por Lina María múnera G. muneralina66@gmail.com

Todavía respiraba cuando llegó la ambulancia. La madrugada del pasado 19 de enero René Robert, un fotografo suizo que durante más de cincuenta años retrató el mundo del flamenco, murió por hipotermia en una céntrica calle de París. La noche anterior había salido a caminar por su barrio como lo hacía cada día, al parecer resbaló o se desmayó, no está claro, y cayó sobre el andén. Allí permaneció nueve horas, sin que nadie le prestara ayuda. En medio de los ires y venires de miles de personas que, como lo hacemos todos, están acostumbradas a caminar sin ver esa incómoda realidad de los que habitan la calle.

Un hombre de 85 años, tirado en el suelo, ya no llama la atención en una capital europea donde tienen contabilizadas a 2.785 personas que duermen en las aceras. O en un país donde mueren en las calles 600 SDF (sin domicilio fijo) al año, según cifras de las asociaciones de sintecho de Francia. Aunque, siendo honestos, en cualquier lugar del mundo nos queda más fácil mirar hacia otro lado que ver de frente al necesitado.

Lo que pasa es que en este caso el hombre no solo tenía casa, sino también una profesión que le había dado toda clase de reconocimientos. No en vano su cámara captó durante décadas imágenes irrepetibles de personajes como Camarón de la Isla o Paco de Lucía y su obra fue reconocida en muchas galerías y festivales.

Uno de sus amigos, el periodista Michel Mompontet, se ha sacudido el dolor, la incredulidad y la rabia por la noticia aseverando que Robert murió a causa de la indiferencia. Y a la vez se ha cuestionado si él se habría detenido a auxiliar a alguien al verse enfrentado a una situación así en la calle. Intentar responder a esa pregunta puede darnos escalofrío o por lo menos sacudirnos un poco.

Esta historia trágica, que reta la consciencia colectiva, ha desencadenado un debate sobre la responsabilidad cívica y la más básica decencia humana. ¿Dónde está nuestra solidaridad de cara al prójimo? Robert la encontró, ya tarde, precisamente en un habitante de la calle. Él fue quien se fijó en ese anciano tirado en la calle y alertó a los bomberos a eso de las cinco y media de la mañana. Aunque seguía vivo, ya no había vuelta atrás para el fotógrafo.

En una entrevista que le hicieron hace varios años, Robert explicaba que sólo tomaba fotos en blanco y negro porque “hay un lado trágico en el flamenco que no parece apto para el color”. No habría otra forma de contemplar su propia muerte que en una escala de grises. A color sería insoportable

Lina María Múnera Gutiérrez

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