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El mensaje político debe versar sobre temas que lleguen con fuerza a la conciencia de cualquier ciudadano, sin importar su grado de cultura y formación.
En nuestra entrega, quince días atrás, advertimos sobre los inconvenientes que se generan en la actividad política por el uso de mensajes políticos equivocados, fundamentalmente por cuanto no despiertan el interés de la ciudadanía, no responden a sus anhelos y esperanzas y no llegan al común de las personas.
Tema aún más delicado es el relacionado con el denominado mensaje político adecuado. En la época actual, caracterizada por la necesidad de un marketing político capaz de llegar a una masa de votantes, en general poco versada, con inquietudes diferentes y encontradas, todos ellos con innegable afán por recibir información sintetizada, fácilmente digerible, poco profunda, pero que llene su espíritu, siempre pendiente de recibir más que de dar, no cabe duda de que tanto para los gobernantes y especialmente para los aspirantes que se encuentran en campaña para acceder a los cargos de manejo y mando en la sociedad, la necesidad de un mensaje político certero, contundente y subyugante es absoluta.
Este mensaje político debe estar integrado fundamentalmente por vocablos o frases que cumplan las siguientes condiciones: (i) que sean un fiel reflejo de la imagen que ha representado y quiere divulgar su autor, quien debe encarnar la esencia misma del mensaje; (ii) que esté integrado por uno o pocos vocablos contundentes, no solo en cuanto su contenido, sino en su significado; (iii) no puede tratarse de expresiones ambiguas, muy usadas, repetidas o que representen significados de contenido “plano”; (iv) no debe tratarse de mensajes negativos, descalificadores, que generen sentido de desigualdad, odio o confrontación; (v) no debe tratarse de vocablos o frases con significados complejos, difíciles de entender por el común de la personas o que originen la posibilidad de significados contradictorios; (vi) lo principal, que se trate de un mensaje único, permanente, capaz de seducir a los votantes por un largo periodo, suficiente para cubrir cualquier otro tipo de análisis.
La historia enseña ejemplos claros para demostrar la importancia de un mensaje único, uniforme y contundente. Debe tratarse de un mensaje capaz de poner de acuerdo a la ciudadanía, por más heterogénea, desigual y contradictoria que sea, sobre la bondad de los hechos que se han de derivar de dicho mensaje. Un tema sobre el cual exista una comunidad de percepción, sobre el cual tengamos nuestra propia opinión, pero sobre la base de una misma realidad.
Especialmente en esta época de postpandemia, cuando hay tantos cuestionamientos sobre el desarrollo social y el individuo, el empleo y la igualdad de oportunidades, la dignidad y la integridad de la persona, el mensaje político adecuado debe versar sobre temas que lleguen con fuerza a la conciencia de cualquier ciudadano, sin importar su grado de cultura y formación.
En síntesis, tiene que referirse a uno de los siguientes valores políticos: El poder, la moral, la autoridad y la confianza, criterios indispensables para enfrentar el descontento social y volver a concebir una verdadera política del bien común, tema que será objeto de reflexión en próxima entrega