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Columnistas | PUBLICADO EL 26 octubre 2019

Meditación para antes de ir a las urnas

Por ERNESTO OCHOA morenoochoaernesto18@gmail.com

Texto número uno. “La democracia no es más que un mecanismo para elegir y autorizar gobiernos, no un tipo de sociedad ni un conjunto de objetivos morales.(...) La democracia es sencillamente un mecanismo de mercado: los votantes son los consumidores, los políticos son los empresarios”. (C.B. Macpherson, La democracia liberal.)

Texto número dos. “La democracia participativa no apunta tampoco a una oclocracia de las masas gobernando a golpes del capricho popular. No es así, porque estas oclocracias entronizan tarde o temprano a un líder mesiánico que acaba asumiendo facultades de dictador. Por eso hay que insistir en el consenso nacional indispensable en materia jurídica y constitucional que desarrolle a plenitud la aplicación y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales internacionalmente reconocidas. Sin ese requisito, la participación puede convertirse en una odiosa dictadura de las mayorías, que siempre evoluciona fatalmente hacia la oligarquía totalitaria” (Gerardo E. Martínez-Solanas).

Nota. Oclocracia viene del griego: oclos=muchedumbre y cratía=poder. Es el pod1er de la muchedumbre. El diccionario la define como “gobierno de la muchedumbre o de la plebe” y, como se anota en Wikipedia “según la visión aristotélica clásica es una de las tres formas específicas de degeneración de las formas puras de gobierno... A veces el término se confunde con tiranía de la mayoría, dado que están íntimamente relacionados”.

Texto número tres. “El populismo es el uso demagógico que un líder carismático hace de la legitimidad democrática para prometer la vuelta de un orden tradicional o el acceso a una utopía posible y, logrado el triunfo, consolidar un poder personal al margen de las leyes, las instituciones y las libertades” (Enrique Krauze, citado el miércoles en este periódico por Alberto Velásquez en su Escotilla).

De mi cosecha. El voto es un capítulo de la democracia, el principal, si se quiere, el “sine qua non” de la democracia, pero no se agotan en él su contenido, sus exigencias ni sus aspiraciones. No hay que ir muy lejos ni muy atrás de nuestra historia para comprobar que no siempre un gobierno elegido por el pueblo gobierna democráticamente. La democracia es mucho más que elegir. Cuando se ve reducida solo a ello es cuando se convierte en “mecanismo de mercado”, de que habla el pensador canadiense citado al principio. Y los políticos, los politiqueros, por eso, nos dejan la hostigosa sensación de mercaderes, de mercaderistas políticos. Con la mentira y el engaño como instrumento de su quehacer proselitista. Por eso se venden y se compran votos en la forma más desfachatada de mercantilismo democrático.

Para tenerlo en cuenta a la hora de votar. O de no votar. O de votar en blanco. Amén.

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