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Columnistas | PUBLICADO EL 21 diciembre 2019

¡Más alegría, por favor!

Por ALDO CIVICOaldo@aldocivico.com

Un hombre pobre fue donde el rabino y le contó cuán miserables eran las cosas en su casa; su esposa y los seis niños, todos comiendo, viviendo y durmiendo en una habitación. El hombre pobre le dijo al rabino: “Incluso estamos empezando a gritar y pelear entre nosotros. La vida no podría ser peor”. El rabino dijo: “Haz exactamente lo que te digo y las cosas mejorarán. ¿Lo prometes?”. “Lo prometo”, dijo el hombre pobre.

El rabino le hizo una pregunta extraña al hombre. “¿Tienes algún animal?” “Sí”, dijo. “Tengo una vaca, una cabra y algunas gallinas”. “Bien”, dijo el rabino. “Cuando llegues a tu hogar, lleva a todos los animales a tu casa para que vivan contigo”. El hombre se sorprendió al escuchar este consejo del rabino, pero había prometido hacer exactamente lo que él le dijera. Así que fue a su hogar y llevó a todos los animales de granja a la pequeña casa de una habitación. Al día siguiente, el hombre volvió corriendo para ver al rabino. “¿Qué me has hecho, rabino?” gritó. “Es horrible. ¡Hice lo que me dijiste y los animales están por toda la casa! ¡Rabino, ayúdame!”. El rabino escuchó y dijo con calma: “Ve a casa ahora y saca a los animales de allí”. Y el hombre pobre fue rápidamente a su casa y sacó a los animales. Al día siguiente volvió corriendo hacia el rabino. “Oh, rabino”, dijo con una gran sonrisa en su rostro, “tenemos una vida tan buena ahora. Los animales están fuera de la casa. ¡La casa es muy tranquila y tenemos espacio de sobra! ¡Qué alegría!”.

Pensé en la sabiduría de esta historia rabínica al reflexionar sobre el estado de ánimo colectivo que se respira en estas semanas en Colombia. Las redes sociales fomentan emociones negativas como el pesimismo, la frustración, la rabia, la ansiedad, y el descontento. Parecería que hoy no hay razones para la alegría. Nos negamos a experimentar de una manera más permanente, emociones vitales como la paz interior, la curiosidad, la compasión y el amor. Somos como la familia del hombre pobre que consultó al rabino; nos quejamos, peleamos entre nosotros, nos dividimos utilizando muchas veces un lenguaje deshumanizante. Lideramos desde la rabia, el rencor, el miedo.

Es innegable que hay razones para estar indignados. Hay mucho por corregir y mejorar. Pero estoy también convencido que no podemos transformar nuestras sociedades si actuamos desde la negatividad; propagaríamos el mismo virus de la división y de la enemistad.

Si de verdad nos mueve el cambio, tenemos que inocular nuestras sociedades con más compasión y amor. De hecho, ¿de cuáles transformaciones seríamos agentes y testigos si actuáramos desde el respeto, la curiosidad y la alegría? ¿No tendríamos más lucidez y entendimiento si nos guiara la tranquilidad en lugar de estar ofuscados por la rabia? ¿No seríamos más eficaces en mejorar nuestra sociedad, si, al igual que el hombre pobre de la historia, estuviéramos más conscientes de los que nos une y celebráramos lo que ya se logró?.

Aldo Civico

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