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No permitamos que haya más miembros de la fuerza pública pensando que su vida y servicio son un simple número... A nuestros policías y soldados de tierra, mar y aire, todo nuestro apoyo.
Por maría josé bernal Gaviria - opinion@elcolombiano.com.co
No cabe duda de que la principal y más importante función del Estado es la seguridad y defensa nacional. No existe la más remota posibilidad de construir una sociedad próspera y desarrollada sin empezar por la base, por lo trascendental: el imperio de la ley.
No hay paz sin justicia, sin seguridad, sin defensa, sin ley ni orden y mucho menos aun, sin fuerza pública.
Colombia es un país que goza de institucionalidad imperfecta, pero fuerte. Y una de las instituciones más importantes que tiene este país es la fuerza pública: ejército, policía, armada y fuerza aérea. Hombres y mujeres que todos los días se levantan a salvar el mundo, a dejar de lado los miedos que cualquier ser humano puede tener con el fin de preservar la libertad. Hombres y mujeres que hacen innumerables sacrificios personales y profesionales por nosotros. Papás, mamás, nietos, hermanos, sobrinos, primos, tíos, amigos, colegas que se arman de valor para hacer patria a pesar de la adversidad.
Son mucho más que un uniforme, se juegan la piel para que millones de colombianos salgamos a trabajar, a recoger al hijo del colegio, visitar a la mamá, viajar seguros por carreteras, construir empresa y soñar con un proyecto de vida en este país.
Esta reflexión surgió de una conversación que tuve con un miembro de la fuerza pública a propósito de las campañas de odio que personas diminutas, pero bullosas logran hacer. Conversando con esta persona sobre los sacrificios del oficio, la complejidad del mismo, los secuestros, los bloqueos criminales, los asesinatos y ataques terroristas que han padecido y el peligro que corren ahora a propósito de la política de la “paz” total; me dijo con tristeza: “uno es un número más, Doc”. Ese día después de nuestra reunión la frase me quedó dando vueltas en la cabeza y me dejó con el corazón arrugado.
Para nadie es un secreto que los ataques a la fuerza pública como institución y pilar fundamental de la democracia han sido sistemáticos, despiadados y malintencionados. No solo están de manos atadas frente al terrorismo, el crimen y la delincuencia común. Sino que, además, si actúan no hay respaldo, tampoco garantías, hay retiros masivos y una amenaza directa desde hace años a su legitimidad. La campaña de desprestigio es tan dura y la presión debe ser tan fuerte, que pensar en ser solo “un número más”, se vuelve más que lógico.
Escribo aquí como ciudadana preocupada por una institución que es piedra angular del Estado de Derecho, de la democracia y la estabilidad del país. Es momento de rodear la institucionalidad, de respaldar a la fuerza pública, de entender que hay seres humanos detrás del uniforme. Si existen casos de corrupción a nivel interno de las instituciones, estos deben tratarse, pero generalizar y maltratar es un insulto a ellos, a sus familias y al país mismo. Hay que hacerles saber que los colombianos los admiramos, apreciamos y estamos aquí para acompañarlos. No permitamos que haya más miembros de la fuerza pública pensando que su vida y servicio son un simple número más para archivar en los folios de una oficina pública en Bogotá. A nuestros policías y soldados de tierra, mar y aire, todo nuestro apoyo.