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Columnistas | PUBLICADO EL 21 mayo 2020

Maná cinematográfico

Por óscar domínguezoscardominguezg@outlook.com

Tres empresas de película aprovecharán la coyuntura de la pandemia para revivir el cine manga. Las películas se verán desde la intimidad del carro particular para escurrirle el bulto al bicho aquel.

La vida monástica que llevamos por culpa del C-19 nos tiene conjugando verbos como leer, escribir, barrer, trapear, ventanear, comer, beber, dormir, desvelarnos, cocinar, esperar, desesperar, maldecir, rezar, aburrirnos, reír, pensar, wasapear, callar, hablar, soñar, añorar, engordar.

Muchos se reinventan, emprenden, se reciclan, se resetean. Otros indagan con qué se come la resiliencia. Vivos es lo que estamos. Eso sí, besos y abrazos al congelador.

No todas son penas. Coronavirus nos ha obligado a incrementar la cuota de cine desde la monotonía de las cuatro paredes.

En la infancia, era tal la urgencia de películas -y de fútbol- que entre semana agarrábamos el tiempo a las patadas para que fluyera. Nos urgía llegar a la tierra prometida del domingo.

Ver cintas del oeste desde la aristocracia de gallinero en los cinemas paradiso nos aproximaba a la felicidad. Tenía el inconveniente de que los malandros de luneta se divertían arrojando colillas de cigarrillo contra nuestras nucas convertidas en ceniceros.

De pronto, a través del voz a voz que era la internet de la culicagadocracia de los años cincuenta, nos enterábamos de que habría cine-manga.

Cuando descubrimos esta diversión, quienes están al mando de las empresas empeñadas en devolvernos este cine, no eran siquiera una hipótesis en los planes de mamá y papá. De regalarnos el cine se encargarán Procinal de los Mayungo, el Grupo Belisario y Cine sobre ruedas.

Lo cuento por primera vez en tiempos del C-19. El padre Barrientos, párroco de San Cayetano, proyectaba el cine manga en un baldío al lado del hígado de la iglesia. Curiosa forma de reclutar parroquianos para la causa del Galileo.

Espero no calumniar a las mujeres de entonces, incluidas abuela y madre mías, si juro que se confesaban con “aese lapo de hombre” que era Barrientos a ver si desistía de su voto de castidad.

Pensar con las ganas era el único e inútil pecado de infidelidad que se regalaban. De películas, pocón. Creo que mi abuela mamá Rosa, en 101 años de vida fue una vez al Alameda.

Vimos la película “Marcelino, pan y vino”. No acabamos con las existencias de clínex porque ese “electrodoméstico” era desconocido. Eso sí, convertimos los ojos en pequeños niágaras.

Viendo pistoleros constatábamos que el cine es un chorro de luz que se vuelve gente al tropezar con una pantalla.

So pena de excomunión, Barrientos ordenaba a don Pedro, sacristán-proyectorista-organista-cantor, que tapara las escenas en las que los protagonistas se daban piquitos. Los besos ajenos podían hacernos perder la comunión.

Este aperitivo para celebrar el regreso de la magia del cine manga. “Un pequeño paso para el hombre”, un paso gigantesco hacia la reconquista de la rutina.

Óscar Domínguez Giraldo

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