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La escuela de administración de las ciudades que pretende nuestro alcalde se ha convertido en un mal ejemplo, en la muestra de lo que no se debe hacer, en la enseñanza de que se debe gobernar sin pensar en sus aspiraciones futuras.
Por Juan Gómez Martínez - redacción@elcolombiano.com.co
Cuando se ocupa un cargo público, hay que tener conciencia de que se está en él para el servicio de la comunidad y no para el beneficio propio o de sus amigos y allegados. Esto no lo ha entendido el alcalde de Medellín.
El burgomaestre del distrito trajo gente de todo el país como para prepararlos para ser alcaldes y trabajar para el futuro de Pinturita. Una escuela que montó, mala por cierto, con un profesor peor. El único pensamiento de nuestro alcalde ha sido su futuro político, nada le importa el distrito, no hace caso a las críticas, prefiere hacerlas a un lado y preparar la gente para sus propias pretensiones hacia los años por venir.
El control y manejo de Medellín, se lo ha dejado a la tecnología y a las restricciones. Traigamos otra vez el ejemplo de la movilidad aunque me he vuelto cansón por el recurrente tema, pero es que no se resiste más. No hay presencia de la autoridad de tránsito en las calles, no hay quien organice el tráfico, no se ve quién sancione al violador de las normas y, a la vez, eduque a quien las ha violado. Todo se le deja a las cámaras que no educan, que no organizan, lo único que hacen es sancionar.
El distrito tiene una secretaría de obras públicas para mantener las calles en buen estado, sin huecos, con un buen pavimento, transitables, sin peligro para peatones. Esa secretaría no funciona, no se ven trabajando en las vías, estas no se reparan, no se les hace mantenimiento. Las zonas verdes están acabadas, los jardines desaparecieron, ya no es la ciudad de la eterna primavera. Las basuras se adueñaron de esas zonas que antes eran el orgullo de los habitantes.
También hay una secretaría de planeación para organizar el distrito pensando en el futuro, pero ahora se dan permisos de construcción y luego se trata de suspender la obra que ha cumplido con las normas.
La escuela de administración de las ciudades que pretende nuestro alcalde se ha convertido en un mal ejemplo, en la muestra de lo que no se debe hacer, en la enseñanza de que se debe gobernar sin pensar en sus aspiraciones futuras. Si se gobierna, es para el presente y futuro de la ciudad y no para las pretensiones y aspiraciones del mandatario. Para esos sí ha servido la escuelita de Pinturita, para mostrar lo que es malo y no se debe hacer en la administración pública.
Hay otra enseñanza que se ha dado con el mal ejemplo y que no se puede aplicar en el manejo de la cosa pública. No se puede gobernar para enriquecer a los parientes y amigos a base de contratos orientados, a base de prebendas y favorecimientos. Los dineros públicos son sagrados y hay que manejarlos con toda la honestidad y nunca pensando en favores. Esa es la enseñanza que se debe dar, pero que no se conoce en la escuelita de nuestro alcalde.