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El país va mal, la economía también

hace 13 horas
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Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co

Durante años, la frase “la economía va bien, pero el país va mal” fue un lugar común entre comentaristas y analistas que querían describir una paradoja muy colombiana. Esa boutade fue popularizada por Fabio Echeverry Correa, legendario presidente de la ANDI, para señalar cómo, a pesar de que las cifras macroeconómicas mostraban crecimiento y estabilidad, el malestar social, la violencia y la falta de cohesión institucional seguían deteriorando el tejido del país.

Hoy, sin embargo, esa frase ya no aplica: estamos en un momento en el que ni la economía ni el país van bien.

A pesar de las alabanzas de los turiferarios del gobierno, las cifras recientes muestran un crecimiento económico mediocre, muy por debajo del potencial y aún más del requerido para reducir de forma duradera la pobreza y la desigualdad. Ese crecimiento, que cerrará el año en 2,6%, no está siendo jalonado por la inversión, sino por el consumo y este es sostenido por un gasto público desbordado financiado con deuda y los ingresos del narcotráfico que se incorporan a la economía como transferencias o en sobrefacturación de exportaciones y subfacturación de importaciones. Un próximo gobierno responsable fiscalmente y que combata con decisión al narcotráfico, enfrentará una situación recesiva mientras se dinamiza la inversión.

Pero si la economía muestra señales de debilidad, el panorama institucional y político es aún más preocupante. El país va mal, y en eso coinciden incluso los amigos del gobierno que se mantienen a su lado buscan disfrutar hasta el final la bacanal desenfrenada de corrupción y derroche en que se ha convertido la administración de Petro.

El gobierno ha incurrido en desafueros institucionales que erosionan la confianza en el Estado: ataques sistemáticos a la prensa, descalificación del poder judicial, decisiones improvisadas en política pública, corrupción del Congreso y una permanente confrontación con los sectores productivos. El presidente Petro ha vuelto a retomar la idea de una constituyente exacerbando los temores de que trate de mantenerse en el poder violentando la Constitución.

La violencia verbal de Petro y su instigación permanente a la violencia material, lejos de disminuir, ha aumentado después de la muerte de Miguel Uribe. Las instituciones, en lugar de ser un contrapeso, parecen estar siendo cooptadas o debilitadas.

Además, la inseguridad vuelve a escalar, especialmente en zonas rurales donde el control del Estado ha sido reemplazado por estructuras criminales que imponen su ley. Los atentados terroristas vuelvan a las ciudades como en las peores épocas de Pablo Escobar. La paz total es un fracaso total y solo ha servido para fortalecer a los narcoterroristas y toda suerte de criminales.

Hoy, no hay espacio para eufemismos. El país va mal y la economía también. No hay cifras para maquillar el descontento, ni discursos para encubrir los desaciertos. La frase de Fabio Echeverry ha quedado superada, no porque la situación haya mejorado, sino porque lo que antes era una anomalía ahora se ha convertido en una decadencia sin disimulo.

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