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La sucesión de hechos inmorales que a diario se viven en Colombia podría estar en el libro de los récord Guinness. Con la alta probabilidad de que la semana que rueda cerrará con otras impudicias que por su peso destriparán a las anteriores.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Tantos escándalos sucesivos sin culminar en procesos condenatorios, tantas heridas abiertas sin cicatrizar, están formando costra en la piel de los colombianos. Día a día se va copando la capacidad de asombro y de credibilidad ante tantas perplejidades. Todo se vale, todo se puede, todo queda en la penumbra cubierta por la impunidad, que pareciera no extinguirse como modalidad de la vida institucional colombiana.
La semana pasada se había cerrado, en la ya larga lista de exabruptos petristas, con la enfermiza animadversión del presidente hacia gobernadores y empresarios privados, comprobada en el desplante a los mandatarios regionales de la Costa Pacífica y su ausencia tanto en la asamblea de la Andi como en la reunión posterior con el Consejo Gremial. Solo se levantó milagrosamente, como cualquier Lázaro, para ir a dialogar con comunidades afrocolombianas, palanqueras y con taxistas. Retomó el discurso de exacerbar odios para abrir heridas en las confrontaciones que acaban en rupturas sociales.
Pasan las semanas y los escándalos de corrupción duermen judicialmente. ¿En qué va la investigación sobre el origen de los 15 mil millones de pesos que, según Armando Benedetti, entraron en forma sospechosa a las arcas de la campaña de Petro? ¿Cómo marcha la indagación sobre los miles de millones que perforaron la tesorería de Juan Manuel Santos para ganar la elección y luego la reelección presidencial? ¿Hasta cuándo seguirá el expresidente sin explicar cómo penetraron esos dineros/sobornos procedentes de Odebrecht a su campaña?
Los sobornos de esa firma – según revelaciones de la revista Semana – llegan a cifras escandalosas en las campañas presidenciales de Santos y de Óscar Iván Zuluaga. ¿Aspiraba la constructora brasilera, con tan excesiva generosidad, asegurarse de que con cualquiera de los dos que ganara la presidencia, obtendría los más jugosos contratos de infraestructura en el país? Esos miles de millones de dineros irregulares engrasaron esas maquinarias electorales del voraz dueto. Zuluaga ya se dio golpes de pecho de su mala vida pasada sin aún reconocer su culpabilidad en la consignación de 1.6 millones de dólares a su tesorería electoral. Falta la confesión de Juan Manuel Santos, presuntamente camuflado bajo el nombre cifrado de “Oficial 3” en el documento/acuerdo entre el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el grupo Aval/Corficolombiana, para explicar los 3.4 millones de dólares que perforaron su campaña presidencial. De comprobarse la misteriosa marrulla del astuto Nobel, ¿qué consecuencias le acarrearía al travieso laureado la decepción de la Academia Sueca otorgante del premio de paz?
La sucesión de hechos inmorales que a diario se viven en Colombia podría estar en el libro de los récord Guinness. Con la alta probabilidad de que la semana que rueda cerrará con otras impudicias que por su peso destriparán a las anteriores, dándole mayor dureza a la costra en la piel de los ciudadanos para resistir los escándalos que van camino a la impunidad. Es el tinglado en que se mueven los actores de la farsa, el mismo que se habría querido Jacinto Benavente para reeditar su obra “Los intereses creados”.