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Relata en sus memorias el General O´Leary, irlandés que vino a colaborar con nuestra independencia, que la figura de Simón Bolívar sobre el lomo de un caballo no era la más apuesta, pero de su amor y preocupación por el estado de los equinos del ejército libertador, fundamentales para dicha gesta, nunca hubo reparo.
Los vínculos de Bolívar con los caballos iniciaron desde la infancia en sus fincas de Aragua y luego hicieron parte fundamental de su vida. Varios caballos le fueron regalados: “El Muchacho”, “Morcillo” y “El Pájaro”, pero ninguno tan cercano y ligado a su leyenda como “Palomo Blanco”, supuestamente obsequio de la campesina boyacense Casilda. Sin embargo, hay otro cuadrúpedo a quien Bolívar quiso mucho, pero no era un equino.
Cuentan que en la campaña de independencia de Venezuela, luego de la Batalla de Niquitao, Bolívar llegó a la Hacienda Monocoque en donde un joven perro Mucuchí, raza resultado del cruce de mastines y pastores, salió osadamente a enfrentar a los extraños. Bolívar impresionado con la fuerza y arrojo del cachorro preguntó dónde podría conseguir uno de esos ejemplares, pero Don José Vicente Pino decidió regalarle al envalentonado anfitrión llamado “Nevado”, por ser todo negro menos su lomo y cola blancas, como si tuviera copos de nieve. Para acompañar a “Nevado”, el indio “Tinjacá”, que lo conocía desde cachorro y luego sería su “edecán”, decidió también enrolarse en el ejército libertador. Desde ese momento “Nevado” acompañó al libertador en sus campañas militares. Llegó a pesar más 60 kilos y casi derribaba a Bolívar cuando ponía sus patas en el pecho del pequeño libertador para saludarle.
“Nevado” era fiero y atacaba a los enemigos en las batallas, cosa que angustiaba a Bolívar. Incluso fue hecho prisionero por los españoles junto con “Tinjacá”, pero lograron escaparse. El 24 de junio de 1821, en la Batalla de Carabobo que sellaría la independencia definitiva de Venezuela, cuando celebraba la victoria, El Libertador recibió la terrible noticia que “Nevado” y “Tinjacá” habían sido heridos de muerte. Presuroso entre los heridos halló a “Tinjacá”, que solo pudo decirle: “Ah, mi General, ¡nos han matado al perro!” Y a pocos pasos encontró a “Nevado” atravesado por una lanza y bañado en sangre su hermoso pelaje. Al hombre de tantas batallas y testigo de la muerte de tantos valientes, le fue imposible contener las lágrimas.
Pero nuestros héroes “Nevados” no desaparecieron ese día. Recordemos a “Sasha”, el perro labrador del ejército colombiano que en más de 100 exitosas operaciones de detección de campos minados evitó que cientos de niños campesinos y soldados volaran en pedazos, faltándole 4 meses para retirarse murió por una granada en la Operación Sodoma de 2010, en la que fue dado de baja el perverso narcoterrorista Mono Jojoy, que de no haber sido así, hoy sería “Honorable Senador de la República” gracias al acuerdo de impunipaz.
¡Honor a “todos” nuestros héroes! Hasta los de 4 patas.