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Ignoro si a la hora de publicarse este artículo sigue vigente el pico y placa ambiental frente a la contingencia de la calidad del aire que sufre la ciudad, especialmente en el primer y el último trimestre de cada año, en los que se perciben altos índices de contaminación nocivos para la salud.
No soy experta, valga la aclaración, pero sí me parece que al alcalde, que criticó hasta el cansancio las decisiones de la administración anterior al respecto, le ha faltado contundencia frente a su manejo. Pero no lo culpo, porque solucionar un problema desde Twitter es muy fácil. Se llama escupir para arriba y caerle en la cara.
Si ya sabemos que en Medellín se da este fenómeno dos veces al año, ¿por qué solo se reacciona durante la contingencia? ¿No es posible, pregunto desde mi ignorancia, que la alcaldía y los entes encargados de esta problemática tomen medidas preventivas que funcionen todo el año y que disminuyan el impacto en estos periodos críticos?
Para muchos, el pico y placa tiene el mismo efecto de una rodaja de papa en un chichón, en especial los que creen que el carro es un apéndice externo de su cuerpo, pero está comprobado que el parque automotor genera los índices más altos de contaminación. Y, así las cosas, con la mano dura que dice tener el alcalde para otros asuntos, junto con su secretario de Movilidad, deberían decretar que la restricción vehicular fuera de 24 horas, los dos días que le corresponden a cada número. Dos días a la semana sin sacar el carro, y no solo en la contingencia sino para siempre, puede ser mucho más efectivo que un pico y placa de muchos dígitos que enreda a la gente cada vez que se presenta la urgencia. Porque a la mala calidad del aire hay que sumarle, además, un caos informativo cuando se anuncian los cambios con un día de anticipación. Tanta información, entre oficial y falsa, atropellada y cambiante, lo que hace es desinformar, desorientar e indisponer. Cualquier determinación que afecte nuestra sagrada comodidad, será odiosa, pero tendremos que adaptarnos a las circunstancias y, aunque algunos van a renegar, todos terminaremos acostumbrándonos, porque si todos somos parte del problema, también tenemos que serlo de la solución.
Hace rato es un clamor general que las empresas promuevan el teletrabajo y permitan horarios flexibles para que el metro no se congestione a la misma hora todos los días. Fomentar incentivos emocionales para motivar a sus empleados a compartir el carro o a que vayan en bicicleta, como ya lo hacen algunas, es una iniciativa que amerita ser replicada.
Chatarrizar las viejas chimeneas de servicio público y aunar esfuerzos para el transporte público eléctrico, tiene que ser la prioridad para acercarse a una solución de fondo.
En estos momentos de efervescencia y calor necesitamos ideas creativas, estratégicas, de largo aliento y aplicables, en las que todos aportemos a esta movilidad cada vez más caótica. ¡Hablen, en vez de estar todos de mal genio y criticando, esperando un aguacero que no llega!.